Miro hacia atrás... me estremecen los cambios que sucedieron en mí en los últimos dos años, saberte arraigada a mi cuerpo, creciendo, latiendo, surgiendo a la vida y al mundo a través de mí. Yo había pensado que al nacer, dejaría de dolerme tanta incertidumbre... ilusa yo, debí haber sabido que el dolor y la incertidumbre serían parte de mí por el resto de mi vida, que mi cuerpo ahora estaría dividido por siempre, que mi alma deambularía por donde sea que anduviera tu alma. La vida me regaló el milagro de la vida y yo lo recibí, lo dejé pasar a través de mi cuerpo, creyendo en mi inocencia humana que sería solo eso... un paso. Pero no, fue algo eterno, un sello, una marca, una huella imposible de borrar por el tiempo. Sin embargo todo sigue cambiando, y mientras tu ser reclama independencia, la misma independencia que luego rechaza, mi ser disfruta esa independencia para luego añorar tu necesidad de mí. No creía en el puerperio, hasta los cuarenta días parecían demasiados para este desequilibrio que luego se volvió permanente, tan permanente que hoy me cuesta dejarlo ir, como a vos te cuesta dejar mis brazos... por eso siempre volvernos a enlazarnos en ese abrazo que nos recuerda que una vez fuimos una sola las dos.