El puritanismo y la democracia moderna

Por Protestantes @periodistadigit

CÉSAR VIDAL

De algunos mitos difundidos sobre el protestantismo (XXV)
El origen de la democracia moderna -II

Señalaba yo en mi última entrega que es imposible comprender el nacimiento de la democracia moderna sin hacer referencia al peso de la Reforma y, en especial, del pensamiento puritano en su configuración. Los progres norteamericanos llevan décadas intentando negar ese aspecto indiscutible y, desde luego, han conseguido que los medios de comunicación y no pocos profesores universitarios asuman la tesis – bien falsa, por cierto – de que los Padres fundadores eran una especie de descreídos laicistas que abominaban de la herencia puritana.

Semejante disparate quedaría fácilmente disipado sólo con aplicar el principio protestante de acudir a las fuentes para ver lo que dicen. Es lo que pienso hacer en mis próximas entregas. En ésta, intentaré mostrar cómo el peso del puritanismo fue decisivo en el proceso constitucional de la primera democracia moderna y como, efectivamente, así fue reconocido por los contemporáneos del proceso. En la siguiente, me ocuparé de la mentalidad de los creadores de esa primera democracia de los que sólo uno fue teísta – desde luego, no ateo ni agnóstico – y otro católico.

Como señaló en su día el estadista inglés sir James Stephen, el calvinismo político se resumía en cuatro puntos: 1. La voluntad popular era una fuente legítima de poder de los gobernantes; 2. Ese poder podía ser delegado en representantes mediante un sistema electivo; 3. En el sistema eclesial clérigos y laicos debían disfrutar de una autoridad igual aunque coordinada y 4. Entre la iglesia y el estado no debía existir ni alianza ni mutua dependencia. Sin duda, se trataba de principios que, actualmente, son de reconocimiento prácticamente general en occidente pero que en el siglo XVI distaban mucho de ser aceptables.

Puede leer aquí el artículo completo de este escritor, historiador y teólogo de fe protestante titulado El puritanismo y la democracia moderna