Podría denominarse el Putsch de Cadaqués. Todos sabemos el guateque que se montaron el 'sexto Beatle' Carles Puigdemont y su compañía en esta localidad, dejando claro que les importa bien poco los catalanes y Cataluña, mientras que la masa independentista siga siendo maleable por parte de estos denominados políticos. Pero este momento también se podría bautizar como el Putsch del Parlament, Lugar, en teoría, de todos los catalanes, donde se firman y se han firmado los pactos entre independentistas para desestabilizar Cataluña y desconectar de España. O llámese como se quiera. Todo esto para acrecentar el odio entre ambos territorios y en contra de toda idea para mejorar la tierra catalana. Pero antes de continuar con la reflexión de lo que ocurre con este Govern independentista, primero hagamos un poco de Historia (esto de revolver asuntos históricos les encanta a los separatistas) y, así, se puede entender algo mejor el título de este post.
El 8 y 9 de noviembre de 1923 se produjo un golpe de Estado comandado por Adolf Hitler que tendría grandes repercusiones en la historia de Europa. Fue el llamado Putsch de la Cervecería. Todo esto comenzó en la cervecería Bürgerbräu Keller en la ciudad bávara de Múnich. Su plan consistía en llevar a cabo un sistema parecido al de Italia, por el cual formaría una república independiente en Baviera para enfrentarse a la República de Weimar en Berlín. Durante el juicio Hitler dejó claro que el gobierno federal en Berlín había traicionado a Alemania al firmar el Tratado de Versalles y justificó sus actos al sugerir que existía una clara amenaza comunista para Alemania. ¿Suena de algo toda esta historia?
"España es el enemigo a batir" (Carme Forcadell), "Los invasores serán expulsados de Cataluña" (Carles Rahola, tío abuelo de Pilar Rahola, y, citando dicha frase en su discurso de investidura, Carles Puigdemont), "en España se persigue a la gente por sus ideas" (Artur Mas), "Adiós España, con su pan se lo coman" (Joan Tardà), "Estamos muy convencidos de lo que estamos haciendo, lo podemos hacer como decía el presidente Puigdemont, con toda la legalidad..." (Marta Pascal) ; y una larga lista interminable de ejemplos independentistas con misivas cortas, comprensibles, directas y muy repetitivas para que a sus súbditos, jaleados hasta la extenuación, les encaje bien en la cabeza. Todo y todos siguiendo al pie de la letra la Teoría de Goebbles.
El golpe de Estado está en marcha. Carles Puigdemont como marioneta de Artur Mas que se cree la reencarnación del malogrado Lluís Companys. Oriol Junqueras, entre bambalinas, maquinando en silencio como conseller de Economía (comenzó con Mas), imita a este cuando lo fue en la era de Jordi Pujol. Los independentistas ya no escuchan a nadie. Se creen la tierra prometida y que un Moisés independentista les abrirá las aguas para caminar entre ellas hacia un futuro separatista. Siguen en sus trece subidos a un tren a toda velocidad el cual no tiene frenos. La vía no es recta, pero eso a ellos no les importa descarrilar. Poco les interesa que esta tenga fin y haya un muro delante o un precipio en el que todos están abocados al fracaso y a la miseria. Algunos por decisión propia y otros, los que ellos consideran los malos de la película en Cataluña, porque son arrastrados por el egoísmo y el interés independentista. Todos somos los malos, todos los perseguimos. Ellos son las únicas víctimas y los salvadores de una patria imaginaria, y no los que se unen a todos para rescatar a una Cataluña que se encuentra dividida, y sin un atisbo de reconciliación, entre independentistas y no independentistas.