Imaginemos a un contable llamado Bertram que, en edad ya casi madura, se encuentra trabajando en la empresa “Dreuther, Blixon y Cía”. Su labor es gris; su modo de vida es gris; sus expectativas son grises. Dentro de unos días va a casarse con una chica llamada Cary, quince años más joven que él, la cual se muestra un poco preocupada con la posibilidad de que, agotados los temas de conversación entre ellos, la rutina invada su matrimonio, inquietud que él difumina afirmando que tal eventualidad es impensable, puesto que “nunca tendremos un aparato de televisión” (p.32). El plan inicial consistía en celebrar la ceremonia en la alcaldía y luego disfrutar de unas pocas jornadas de vacaciones, pero el señor Dreuther los anima para que se hospeden en un hotel de Montecarlo, invitados por él. Ilusionados con la fantasía de ese lujo aceptan la oferta del jefe… pero pronto descubrirán que han cometido un error cuando el empresario, olvidándose de ellos, los obliga a costearse los gastos de su propio bolsillo.Cuando Graham Greene coloca a sus personajes en esta tesitura (que leo en la traducción argentina de Victoria Ocampo) les deja sin embargo una posibilidad de salida: el casino. A punto de encontrarse sin un céntimo, Bertram convence a su esposa para comenzar a apostar según un sistema de su invención. Y, contra todo pronóstico, pronto consigue varios millones de francos de ganancia. ¿Cómo va a cambiar su existencia ahora que disponen de mucho dinero (y del método infalible para seguir ganando más y más)? ¿Serán más felices o descubrirán que han cometido un grave error cambiando de estado?Novela breve e intensa sobre los pasillos menos luminosos del corazón humano, El que pierde gana nos enfrenta con unos personajes que, quién sabe, podríamos ser nosotros mismos, si las circunstancias llegaran a propiciarlo. ¿Hasta qué punto seguiríamos siendo iguales (o cambiaríamos) con varios ceros más en nuestras cuentas bancarias?
Imaginemos a un contable llamado Bertram que, en edad ya casi madura, se encuentra trabajando en la empresa “Dreuther, Blixon y Cía”. Su labor es gris; su modo de vida es gris; sus expectativas son grises. Dentro de unos días va a casarse con una chica llamada Cary, quince años más joven que él, la cual se muestra un poco preocupada con la posibilidad de que, agotados los temas de conversación entre ellos, la rutina invada su matrimonio, inquietud que él difumina afirmando que tal eventualidad es impensable, puesto que “nunca tendremos un aparato de televisión” (p.32). El plan inicial consistía en celebrar la ceremonia en la alcaldía y luego disfrutar de unas pocas jornadas de vacaciones, pero el señor Dreuther los anima para que se hospeden en un hotel de Montecarlo, invitados por él. Ilusionados con la fantasía de ese lujo aceptan la oferta del jefe… pero pronto descubrirán que han cometido un error cuando el empresario, olvidándose de ellos, los obliga a costearse los gastos de su propio bolsillo.Cuando Graham Greene coloca a sus personajes en esta tesitura (que leo en la traducción argentina de Victoria Ocampo) les deja sin embargo una posibilidad de salida: el casino. A punto de encontrarse sin un céntimo, Bertram convence a su esposa para comenzar a apostar según un sistema de su invención. Y, contra todo pronóstico, pronto consigue varios millones de francos de ganancia. ¿Cómo va a cambiar su existencia ahora que disponen de mucho dinero (y del método infalible para seguir ganando más y más)? ¿Serán más felices o descubrirán que han cometido un grave error cambiando de estado?Novela breve e intensa sobre los pasillos menos luminosos del corazón humano, El que pierde gana nos enfrenta con unos personajes que, quién sabe, podríamos ser nosotros mismos, si las circunstancias llegaran a propiciarlo. ¿Hasta qué punto seguiríamos siendo iguales (o cambiaríamos) con varios ceros más en nuestras cuentas bancarias?