Editorial: Anaya & Mario Muchnik1.166 páginas
Argumento:
Johnnie relata la búsqueda de una herencia que le disputan las otras cuatro ramas de la familia Huffam, para lo que él y su madre, Mary, han de pasar múltiples penalidades.
Comentario:
La novela relata, en primera persona y desde un futuro incierto, la vida de Johnnie comenzando por su infancia.
En principio tiene su interés, mientras el niño cuenta el tipo de vida que lleva con su madre en un tono algo tramposo ya que, al estar contado a posteriori, lo que relata como incomprensible para alguien de su edad lo ha entendido de sobra cuando empieza a contarlo.
Poco a poco, el autor va desgranando la vida de estas dos personas cuya principal característica es una ingenuidad muchas veces exasperante, que cae repetidamente en cierta falta de credibilidad.
A lo largo de cientos de páginas, los protagonistas van descendiendo en la escala social merced a una absurda confianza en cualquiera que se les acerca y les engaña, inasequibles al desaliento e incapaces de aprender de experiencias anteriores. Que si entregamos el dinero que nos queda, que si vendemos o no el famoso codicilo que todos persiguen como desesperados…
O, peor, aun sospechando que les están engañando y después de agrias disputas materno filiales, se entregan como ovejas al matadero a todo lo que quieren hacerles quienes les rodean, tanto en la casa que acaban perdiendo como en una Londres cuyos bajos fondos transitan durante unos cuantos cientos de páginas más en que el autor relata con todo lujo de detalles las vicisitudes de los personajes y el modo de vida de la época, optando por utilizar veinte páginas para contar lo que hubiera quedado más fluido con bastantes menos.
Sobre todo porque mucho de lo que relata es más un ejercicio de estilo y de homenaje a los escritores que el autor admira, con lo que pretende (lo confirma en el extenso apéndice final) tratar temas que no se mencionaban en la época en que fueron escritos los libros originales, tales como la prostitución, etc…
Se trata de un deliberado intento de imitar/homenajear a Charles Dickens y Wilkie Collins, no en vano se trata de hacerse con la herencia de John Huffam, nombre elegido en homenaje a Dickens (el nombre completo del autor es Charles John, Huffam Dickens) cuya grafía cambia, aunque sean de pronunciación similar, en las diferentes familias.
Cerca de la mitad de la obra, en la página 746, el autor se permite un breve apunte metaliterario aludiendo al papel de Dios que ejercen los autores sobre sus personajes:
«―Si, Johnnie –dijo Emma―. Por extraordinario que parezca fue solamente el azar lo que te trajo a nuestra puerta. El tipo de cosas que sólo esperas encontrar en una novela, y sólo cuando te das cuenta de que al autor no se le ha ocurrido una trama mejor. ¿Coincidencia? No, no podía creerlo, Si existía un Autor que disponía los sucesos de mi vida, no hubiera podido hacer algo tan perverso.»
El resto de la historia, que ocupa casi 1.200 páginas, se dedica, tras las variadas peripecias londinenses, a resolver el famoso misterio del Quincunce que afecta a las cinco familias… Aunque quizá para cuando se llega a ese momento, que debería ser emocionante, algunas personas, sobrepasadas por la ingente extensión de la obra, hayan optado por leer algunos pasajes en diagonal, arriesgándose a perderse parte de la «ingeniosa» resolución.
Claro que es el ingenio, por lo que cuenta el autor al final sobre la creación de su obra, lo que más le interesa. Hace constante hincapié en cómo ha dividido la novela en cinco partes, cada una de cinco capítulos (hace alguna alusión a las matemáticas), en cuyo centro exacto falta la explicación de Mary (arrancada por ella misma de su diario) de lo que pasó en una noche determinada que ha condicionado las vidas de casi todos los personajes que pasan por la historia, todos más o menos relacionados con la herencia, por supuesto.
Tras un final agridulce totalmente esperado da la impresión de que se trata de una novela excesiva, exagerada, algo pretenciosa, por (muchos) momentos aburrida, que carece del alma que puede encontrarse en cualquiera de las novelas de los autores imitados.
Aunque está descatalogada, la obra se puede encontrar con relativa facilidad en algunas bibliotecas y/o librerías de segunda mano pero, si no es posible, siempre se puede disfrutar de cualquiera de las novelas de Dickens o Collins que han inspirado al autor. Como «Oliver Twist», «David Copperfield» o «Casa desolada» del primero y «Armadale», «La dama de blanco» o «La piedra lunar» del segundo, por poner algunos ejemplos más o menos relacionados con la trama de «El Quincunce».
*** T ***
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