Si el fundador de Wikileaks, ejemplifica a la perfección este nuevo poder, hay muchos otros ciudadanos, hartos de los predecesores cuatro bastiones del poderío –ejecutivo, legislativo y judicial decía Montesquieu-, incluido éste en el que me empeñé ser parte, el cuarto poder, la prensa, que hoy duerme a sus anchas con los otros tres o cualquiera que le pague bien. Al menos en Pretty Woman, Julia Roberts no se dejaba besar en la boca.
Desde el primer momento de esta susodicha película, El Quinto Poder digo, que en Pretty Woman todo es color rosa, Assange aparece como un ser detestable, un energúmeno, un friki en toda potencia, ajeno al mundo y poco respetuoso con su gente, con los cercanos. “Candil de la calle, oscuridad de la casa”, decía mi madre. Con el australiano los matices no existen, es –en boca de los mismos personajes, todos buenísimos, moralistas a morir, políticamente correctos- “un capullo, un gran capullo, un egocéntrico, un manipulador, un endiosado”. El Diablo hecho persona, y yo incómodo en mi asiento no me levantaba porque el cine en España, no está para dejar una película a medias. En contraposición, Daniel era el héroe, el bonachón, el friki reformado con novia incluida, hijo de una familia funcional, orgullo de sus padres y “el toque de realidad que necesita Julian Assange”. Personajes bien perfilados, sin matices innecesarios, qué falta hace cuando el objetivo principal de esta película es ahondar en la personalidad de Assange, sin escatimar en improperios, pero olvidando –aunque en ocasiones utilizan recursos de documental– el giro que ha supuesto para los medios tradicionales, para la sociedad e incluso el dolor de cabeza para los gobiernos, en particular el de Estados Unidos, la página Wikileaks. Eché en falta que escarbaran en la supuesta imputación de violación que tiene a Assange refugiado en la embajada de Ecuador en Londres, el codeo de este personaje con países como Irán, líderes yihadistas o los gobiernos progres de América Latina.Julian Assange es malo, malísimo y el quinto poder, ese que se viene construyendo hace años en radios comunitarias y ha visto amplificada su voz con las nuevas tecnologías, el poder ciudadano, debe ser más o menos así, sino peor. Por suerte siempre hay periodistas de The Guardian o medios tradicionales que nos dicen la verdad, su verdad, ¿a favor de todos?