'El rapto de las sabinas', de Francisco García Pavón

Publicado el 06 octubre 2017 por Carm9n @Carmenyamigos

La morriña hay que combatirla, si se puede. Y como en este caso se puede, pues a Tomelloso nos hemos vuelto... 
Lo de la morriña lo digo, ya lo comentaba en la reseña de El reinado de Witiza, por esa pena que se le queda al lector al concluir la lectura y tener que decir hasta luego a los paisanos tomelloseros. Que se hacen querer, vaya.  
Así que tras el primer título de la serie de Plinio, el Jefe de la Guardia Municipal de Tomelloso, seguimos el orden y llega el segundo, El rapto de las sabinas, con el que Francisco García Pavón obtuvo el Premio de la Crítica en 1969. Ya ha llovido algo desde entonces...
"Manuel González, alias Plinio, jefe de la G.M.T., y su amigo y cooperito don Lotario, el que las bestias curaba (y digo en pretérito, porque desde las rebelión de los tractores, su profesión de veterinario se quedó hueca), luego de haber tomado, café, copa, faria y consumido todos los turnos inimaginables de conversación con amigos y allegados, salieron del Casino de San Fernando para estirar un poco las piernas. Uno junto al otro, con las manos al riñón y en silencio total, empezaron a pasear por la Glorieta de la Plaza con muy poca ilusión, esa es la pura verdad. Los pantalones de ambos, por tan luenga sentada, mostraban por la parte trasera mil estrellas y dobleces. Desde el famoso caso de Witiza no tenían crimen ni robo sabroso con que distraer la vocación. Y sabido es que en los pueblos, e incluso en las capitales importantes, si no hay faena, los pantalones se arrugan que es un dolor." 
Así comenzamos. Pero poco les dura el aburrimiento, pronto han de volver a la acción. En El rapto de las sabinas, desaparecen del pueblo nada menos que tres mozas de muy buen ver, a las que parecen haber'robao por buenorras'. Son la Sabina (de ahí el título), la Rosita y la Clotilde, esto es, Sabina Rodrigo, Rosita Granados y  Clotilde Lara. Y para poner la cosa más complicada, aparece el cadáver de una mujer en el pueblo de al lado, en Argamasilla, y un forastero con moto y casco rojo se ve mucho por el pueblo últimamente. Mucha novedad, muerte y desaparición junta. Como bien dice la Rocío, la churrera,
- Pero bueno, Manué, ¿es que esta tierra se ha puesto de moda para la criminalidad?
Pero los raptos, la investigación policial- si podemos llamarla tal- no es más que una excusa nuevamente para reflejar toda una época, hacer cierta crítica social, envuelta con gracia, salero y retranca, pero crítica al fin y al cabo, y algunos interesantes planteamientos filosóficos, al modo brauliano. Ya decíamos que mucho ha llovido desde entonces, desde 1969. Mucho. Y en la novela seremos testigos de ese tiempo pasado- los últimos años de la dictadura militar, los años del comienzo de la apertura al exterior, del comienzo del turismo, años de represión sexual,...- otra época que, al mismo tiempo, ve cómo se le escapa la vida reposada del campo, el trabajo al aire libre y a la antigua usanza, el haraganeo sanote,...  y les lleva a un estilo de vida lleno de prisas, de ciudades ruidosas, de progreso y modernez.

Plinio y don Lotario, "la pareja de sabuesos",siempre están  prestos (bueno, lo de prestos es más bien un decir) a la investigación; eso sí, entre las divagaciones filosófica de Braulio  y entre pinchos, cafelitos, copas, cigarrillos bien liados, choto asado, cañas, churros y demás viandas y degustaciones. De parque móvil, el seiscientos del veterinario. Ni huellas digitales, ni analíticas, ni acordonamiento de la zona. Allí todo el mundo mira, pisa, toca y opina. Si el CSI ese levantara la cabeza... Pero Plinio, y sus pálpitos, no falla. 

Es difícil no dejarse atrapar de buenas a primeras por estos personajes peculiares con ternura y humanidad a raudales y con ese lenguaje suyo tan popular, simpático y resultón, sin "desageración" alguna. 
Volveremos en nada a Tomelloso con Las hermanas coloradas...
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