Autores como Balzac o Flaubert en Francia, Galdós en España o Tolstoi y Dovstoieski en Rusia son algunos de los representantes de esta corriente.
El realismo pretendía ser un fiel reflejo de la sociedad, sin concesiones ni florituras literarias. Claro y conciso, era también una forma de denuncia social y retrataba con precisión a las clases más desfavorecidas y las diferencias sociales.
Algunas características de este género serían las amplias descripciones, exactas y documentadas; un lenguaje a dos niveles: culto en la voz del narrador y popular ( o coloquial) en los diálogos entre los personajes dependiendo de su extracción social.
Los protagonistas son antihéroes: generalmente de clase baja o media enfrentados a la clase alta y poderosa haciendo especial incapié en las diferencias.
Los escenarios solían ser urbanos, aunque también los hay rurales y de carácter más personal, como las casas de los pobres y las mansiones de los ricos.
Los temas hacían referencia al entorno social, a la realidad, poniendo el foco, en la mayoría de los casos, en las miserias humanas y la desdicha de los personajes.
El narrador solía ser omnisciente, objetivo y frío, distante. Su función era retratar la realidad de la forma más exacta posible sin emitir juicios de valor y tomar partido.
El realismo llegó a nuestros días de la mano de autores como Salinger, Steinbeck y otros tantos escritores, y se convirtió en realismo sucio gracias a la pluma de autores como Raymond Carver o Charles Bukowski.
Hemos tomado como modelo a Carver y hemos leído Tres rosas amarillas, uno de sus libros de relatos donde nos muestra personajes de las clases americanas más desfavorecidas y su cotidianeidad, en un estilo minimalista, en frases cortas y tajantes, sin artificios ni adjetivación. La realidad pura y dura.
Hablé de Carver y su obra ampliamente en este blog hace algún tiempo: http://gatosporlostejados.blogspot.com.es/2010/01/tres-rosas-amarillas-raymond-carver.html
Y la próxima semana, última sesión y cena de despedida.
¡Ya os contaré!