El rebelde (Sadie Jones)Editorial: Espasa
En En 1957 Lewis Aldridge regresa a su casa, en Waterford, en las cercanías de Londres. Acaba de salir de la cárcel y tiene diecinueve años. Su vuelta provocará sensaciones encontradas y dramáticas consecuencias, no sólo en su familia, sino también en la comunidad a la que pertenecen. Esta primera novela de Sadie Jones ofrece un retrato inolvidable de un joven inocente estigmatizado por una sociedad hipócrita y hostil, y de la encarnizada lucha que emprende para escapar de sus demonios.
"El Rebelde" es una novela amarga. Creo que es la mejor forma de definirla. Está bien escrita y engancha, pero es amarga. No estoy de acuerdo con esa desfavorable opinión que la tacha de novela rosa. Quizás su final sí pueda ser un poco rosa en comparación con el resto de sus páginas, pero desde luego yo no la incluiría dentro de esta categoría.
La novela, que está escrita en tercera persona, se divide en tres partes y un breve prólogo. El prólogo nos sitúa en la fecha actual de la historia, el año 1957 y nos presenta a su protagonista Lewis Aldridge un chico de 19 años en el momento en que está saliendo de la cárcel. Nadie le está esperando fuera, así que coge un tren y pone rumbo a su casa. Allí también conoceremos a su padre y a su esposa Alice (madrastra de Lewis). Poco a poco iremos conociendo las circunstancias que llevaron a Lewis a prisión.
En la primera parte de la novela retrocedemos en el tiempo hasta el año 1945, cuando Lewis tiene 7 años y vive feliz en Waterford, cerca de Londres, con Elizabeth, su madre. Su padre, Gilbert, ha estado varios años fuera por culpa de la guerra y esta primera parte de la novela arranca con la llegada de Gilbert de nuevo a su hogar. Entre madre e hijo se ha creado un estrecho vínculo debido a la ausencia de Gilbert, pero ambos están felices con su regreso. El niño tiene muchas ganas de preguntarle cosas a su padre, de abrazarlo, de contarle mil historias, pero desde el primer momento que se reencuentran Gilbert marca las distancias con respecto a Lewis. Nada de besos o abrazos, un simple apretón de manos es suficiente entre hombres. Silencio cuando hablan los mayores y nada de preguntas cansinas, a las que de forma seca y áspera le contesta cuando el niño se atreve a formularlas. Desde el momento en que Gilbert entra en casa Lewis se siente desplazado, pero la relación con su madre sigue siendo fuerte y al menos puede disfrutar como un niño más cuando sale a jugar con sus amigos. Todo va más o menos bien, hasta que en un terrible accidente, del que es testigo, su madre muere y eso cambia su vida para siempre. A partir de ese momento ya nada será igual para él. El niño prudente, feliz y reflexivo se va convirtiendo en alguien callado, triste y totalmente incomprendido. Gilbert no tiene idea de cómo manejar la situación y pronto busca una nueva esposa que tampoco sabrá cómo lidiar con Lewis.
Y en la tercera y última parte de la novela volvemos al presente y veremos si Lewis consigue o no adaptarse a vivir de nuevo en un entorno que lo rechazaba continuamente, pero ¿valdrá la pena tan siquiera que lo intente?
Es evidente que "El rebelde" del título es Lewis, pero si os digo la verdad, a mí no me parecía en absoluto un muchacho rebelde. De hecho me ha caído muy bien toda la novela y he sentido que le comprendía mejor a él o a Kit que a cualquiera de los otros personajes que aparecen en el libro. ¿Conocéis esa canción del año del año de la pera "Yo soy rebelde porque el mundo me ha hecho así..."? Pues eso mismo es lo que ocurre con él. Su "rebeldía" es la consecuencia de convivir en un entorno cerrado, donde lo que prima es la apariencia, donde de puertas a fuera todo parece perfecto y donde ser el hijo de una mujer ¿muerta en un accidente?, que no seguía las normas de las sociedad en la que vivía cual oveja en un rebaño, es suficiente estigma para quedar marcado para siempre. Una sociedad que tolera en su propia casa cosas que de llegar a saberse podrían acabar con la estupenda imagen que tanto ha tardado en construir y pulir. Además cuando en tu propio hogar no te sientes arropado, querido o defendido, ¿qué puedes hacer? ¿No es triste llegar a pensar que estarías mejor en la cárcel que en tu propia casa?
Es posible que Lewis regresara de la cárcel con la firme idea de integrarse en el que siempre ha sido su hogar, pero ¿Y si ese hogar no perdona? ¿Y si todo el mundo te señala porque no olvida? ¿Qué oportunidades puede tener alguien que ya ha sido juzgado para siempre por un error cometido a los 17 años?
Os estaréis preguntando si después de tanto rollo me ha gustado el libro o no y la verdad es que sí, me ha gustado, pero me ha resultado una novela opresiva por momentos y triste muy triste. Si algo se puede decir de esta novela es que es un mosaico de personajes débiles, cobardes, pobres de corazón, personajes que necesitan refugiarse en el alcohol o la violencia para aparentar ser lo que no saben ser y que se sienten amenazados por aquellos que intentan desmarcarse y romper con las normas establecidas. Un montón de personajes que parecen vivir amordazados por la rigidez de lo supuestamente correcto lo que les lleva a actuar de forma hipócrita, construyendo una comunidad de fachada aparentemente respetable, pero que deja mucho que desear.
Para empezar la reacción inicial de Gilbert hacia su hijo Lewis ya hizo que no me gustara su personaje desde el momento en el que aparece. En lugar de sentir felicidad por regresar a casa, parece que siente celos de su propio hijo e incluso cuando se queda viudo no es capaz de ofrecerle lo que tanto necesita el niño. A mí me ha parecido un cobarde y desde luego no es el único cobarde en esta historia porque el Sr. Carmichael no se queda atrás. Disfrazado de próspero hombre de negocios esconde otro tremendo gusano en su interior. Mi aplauso a la autora por lograr que haya aborrecido a tantos personajes en esta novela. Eso solo puede significar que lo ha hecho bien ¿no? Despertar en el lector buenos o malos sentimientos es importante. Todo con tal de no dejarlo frío y yo fría desde luego no me he quedado.