Por eso ha causado cierta controversia un libro que los pone a parir y, como es natural, ha levantado ampollas entre los aludidos. Se trata de La desfachatez intelectual, del profesor de Ciencias Políticas Ignacio Sánchez-Cuesta, quien se permite citar por su nombre a lo más granado de nuestras lumbreras de opinión y les echa en cara la falta de rigor y la pobreza argumental que exhiben en muchas de sus aportaciones al debate público. Y lo hace extrayendo ejemplos que causarían rubor entre los afectados si no estuvieran endiosados, algunos de los cuales han replicado como se esperaba: considerando un ataque personal verse incluidos en esta obra y respondiendo con ofensas e intentando denigrar a su autor, no rebatiendo con argumentos la crítica de la que son objeto. Responden movidos por la pulsión emocional y no con el razonamiento, confirmando así la tesis del libro: personas a las que se les reconoce “inteligencia y conocimientos portentosos” se atreven a pontificar desde las atalayas de sus tribunas sobre cualquier asunto ajeno a su especialidad sin el debido respeto a los datos y los hechos ni la esperable coherencia en el razonamiento.
El último intelectual en mostrar su rebote emocional por ser cuestionado ha sido el filósofo Fernando Savater, a través de su columna en las páginas del dominical de El País, bajo el título “A mi inevitable enemigo”. Es verdad que de Savater se hace un detallado muestrario de sus opiniones sobre el problema del terrorismo vasco, en particular, y del nacionalismo en general, para ilustrar la “inversión ideológica” de una autoridad que no duda en descalificar a quien no comparta todos sus virajes ni comulgue con sus ideas (las últimas, no las de antes). Sánchez-Cuesta pone ejemplos, contrasta las distintas posturas mantenidas por el pontífice de la opinión y argumenta las críticas enlas que resalta el poco rigor, la falta de preparación de los temas y la simpleza con que se elaboran unos supuestos análisis políticos o sociales que no aportan nada nuevo y que se caracterizan por ser una “mezcla de frivolidad y prepotencia en la forma estilística”.