Los gritos de "Hijo de Puta" resuenan allá por donde va, incluso cuando sale al extranjero, como ocurrió hace días en Alemania, donde acudió para presenciar en el palco el encuentro de fútbol España-Alemania.
Sólo se atreve a acudir a actos en los que las barreras alejan decenas de metros al pueblo porque sabe que le abuchearán.
No es capaz de pasear libremente, ni de acudir a un centro comercial, a un espectáculo o a un restaurante. En apariencia, tiene más rechazo popular que cualquier tirano europeo en el último siglo.
Pero no sólo el pueblo le rechaza. En su partido, el grupo que le critica y quiere echarlo crece cada día. Los viejos socialistas socialdemócratas le odian y quieren echarlo del poder porque saben que después de Sánchez, el socialismo tardará décadas en recuperarse y tendrá que atravesar el desierto rodeado de desprecio y rechazo popular.
Dicen los que le conocen de cerca que lo que más le duele es cuando a él le abuchean y al rey le aplaudan.
Su personalidad, enferma de soberbia y alienada, le lleva a pensar que todo el que le rechaza es porque es un fascista. Ni siquiera puede imaginar que los pitos y gritos contra él se deben a que su gobierno es corruto y dañino para España. También opina que los abucheos y pitadas son el tributo que él debe pagar por hacer grande a España.
Francisco Rubiales