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Me animo a escribir sobre este tema después de leer e intercambiar palabras con otras mamás a las que aprecio y sé que no lo están pasando bien en este momento. Este escrito no pretende solucionarle nada a nadie, sólo es lo que yo viví y mi modo de verlo.
Ya he escuchado muchas veces lo que molesta la típica pregunta de ¿y para cuando el hermanito? Cuando apenas acabas de dar a luz al primero. Es cierto que todo el mundo te anima a ello, todos desean saber que pronto ese nuevo miembro de tu familia tendrá un acompañante de juegos. Esto sobre todo se da en mujeres, donde algunas de ellas ya tienen dos, tres e incluso hasta cuatro hijos… son tan cabronas majas que te animan a ello poniéndotelo todo de color de rosa, explicando sólo las cosas buenas pero sin avisarte de nada de lo malo. Aunque no lo parezca sí que hay muchas cosas negativas, cosas que nos hunden moralmente y que muchas veces no sabemos cómo afrontar.
Pero mira cuando nuestro primogénito tiene sobre los dos añitos (algo más o algo menos) nos lanzamos de cabeza decididas y convencidas de que tenerlos juntos es lo mejor, de que se harán mucha compañía, de que serán compañeros de juego y confidencias (esto sí es cierto con el tiempo), en fin, totalmente convencidas de que es la mejor decisión. Y allá vamos.
Llega el segundo embarazo y todo es maravilloso. Anunciamos a nuestro primogénito que va a tener un hermanito, que está en la tripita de mamá. Todo es precioso. Nuestro mayor lo toma de maravilla, con tranquilidad e ilusión y observa con asombro cómo la tripa de mamá crece en los siguientes meses. Hasta ilusionado ayuda a preparar las cosas para la llegada de ese hermanito. En estos momentos estamos completamente seguros de que todo va a ser perfecto. Y tenemos claro qué haremos y qué no para evitar que se tengan celos entre ellos (aún no imaginamos lo ilusas que somos).
Pero llega el gran día, nuestro segundo llega al mundo y a nuestra familia, y a veces, en muchas ocasiones las cosas no son como las soñamos. Ni siquiera para nuestro mayor lo es. Ahora es cuando ve nuestro mayor que todo es una realidad, ya sabía que venía un hermanito en camino pero es ahora cuando lo tienen que asimilar, de golpe y porrazo todo ha cambiado.
Ya mamá no es exclusivamente para él en todos los momentos del día. Ahora está cansada, ojerosa, y pendiente de ese hermanito de de un día para otro ha aparecido en casa. Los horarios y pautas en casa también puede que hayan variado, ahora se tienen que adaptar también a horarios del más pequeño. Y ahí está nuestro mayor sin entender mucho de nada, intentando hacerse un hueco y asimilar todo este cambio. Muchas veces, generan un rechazo hacia nosotras, su madre. Nos ignoran, no quieren estar con nosotras, no quieren tocarnos, nos culpan. Yo creo que eso es lo que pasa realmente. Nosotras somos las que hemos traído a esa pequeña personita absorbetiempo a nuestra casa, y ahora nos “castigan” por ello.
Se pasa muy muy mal en esos momentos. No sabemos qué hacer ya que por más empeño que le ponemos nuestro mayor no quiere estar con nosotras, le vale incluso cualquier persona que apenas conozca. Y nosotras que aún estamos hormonadas a tope, saturadas, adaptándonos a un cambio muy grande.. esto nos sobrepasa. Sentirse rechazada por tu propio hijo es muy doloroso.
Yo aquí no puedo decir qué debemos o no hacer ante estas situaciones. No tengo soluciones. Cada niño y cada familia es un mundo completamente diferente. Pero sí contaré lo que yo hice, lo que yo viví.
Como decía normalmente el/la mayor prefiere estar con otra persona, compartir con ella, salir con ella.. es como si quisiese evadirse de esa nueva realidad. ¿Y por qué negárselo si en ese momento lo necesita? Yo no lo impedí. Mi mayor en esos momentos sólo quería estar con mi madre que aún vivía, y yo simplemente cedí. Me armé de paciencia y traté de entender que ella necesita mucho más tiempo para asimilarlo todo. Aunque sí confieso que los celos también los sentí yo, ¿por qué prefería a su abuela antes que a su madre? Me dolía en el alma, me destrozaba el sentirme rechazada y me desesperaba el no saber cómo ganármela de nuevo. En ese entonces este problema se me hizo un mundo. Pero hoy, unos años después creo que fue un proceso normal. Fue su proceso para poder aceptar y adaptarse al cambio.
Ayudó mucho el dejarla participar con su hermano. Ella me ayudaba a cambiarle cuando le apetecía, me ayudaba con el baño, a vestirle, incluso a veces le cogía en brazos con ayuda. Pero la situación se terminó de regular cuando el pequeño empezó también el colegio, a los 3 años. Supongo que ahí vio que ya estaban en igualdad de condiciones y la cosa cambió bastante. Claro que antes ella veía que tenía que marchar al cole, y su hermano se quedaba en casa disfrutando de todo lo que ella hasta ese momento había disfrutado. Si nos ponemos en el lugar y con la visión de ella es normal.
Esto no lo escribo para desmoralizar a nadie que pueda estar planteándose un segundo embarazo, o que ya lo esté esperando. Lo escribo porque es necesario también reflejar una realidad. La segunda maternidad también es algo único, precioso y especial, pero en muchas ocasiones también puede aportar este dolor, no todo es tan bonito como siempre. Hay momentos en que nos sentimos desfallecer, nos quedamos sin armas, sin valor, sin ideas y con sentimiento de fracaso. Pero no es así. No hemos fracasado, sólo estamos aprendiendo a afrontar una nueva situación, y esperando que una pequeña persona también la afronte. Necesitamos muchísimas paciencia y comprensión. Creo que es importante permitir a nuestro mayor que se evada un poco si así lo necesita y no aferrarnos ni sentir miedo de ese rechazo, puesto que es pasajero. A veces en este sentido podemos pecar de egoísta ya que nosotras tampoco entendemos por qué nos rechaza con todo el amor que le damos. Tenemos que ser generosos y darle el margen que nos está pidiendo a gritos.
Como ya dije no es mi intención aquí decir a nadie en esta situación qué o cómo debe hacerlo, lo que es bueno para unos a veces puede no serlo para otros. Esto simplemente es mi experiencia con lo vivido al nacer el pequeño. No fue fácil, pero yo pude y todas podemos salir de esa fase. Hay que levantar el ánimo y no tomarlo de forma drástica, sino como un proceso más en la segunda maternidad. Si no es fácil con uno con dos no lo iba a ser más.