Después de muchos años en los que los velódromos del Viejo Continente, y más en concreto los italianos, veían cómo se sucedían los diferentes intentos por batir el récord de la hora, el mismo iba a tomar rumbo a América, concretamente a la ciudad de México DF a partir de finales de los años 60.
Las causas son muy variadas. En primer lugar, la altitud de la capital azteca hacía que allí hubiera una menor resistencia aerodinámica, algo fundamental cuando se trata de una prueba tan especializada como es el récord de la hora, y cuyos efectos benéficos también se pudieron ver en los Juegos Olímpicos de 1968 y sus fabulosas marcas en atletismo. Además, la construcción de un modernísimo velódromo con motivo de esos Juegos y el dinero que ponn un cambio en la historia del ciclismo, una entrada en la modernidad.eses el rlto a un desafcao. Exkc o.
a que personaltit-Bretía el estado mexicano para popularizar el récord hicieron que los intentos encontrasen en la ciudad azteca un lugar inmejorable para llevarse a cabo.
El primer ciclista en superar el récord en suelo mexicano fue el danés Ole Ritter, pero su marca quedó empequeñecida por las dos siguientes que se lograron, y, sobre todo, por sud dos protagonistas: Merckx y Moser.
La preparación de Merckx para la altura se llevó a cabo en el garaje de su casa
A la altura de 1972 pocos desafíos le quedaban al belga Eddy Merckx por conquistar en el mundo del ciclismo. Había ganado cuatro tours de Francia seguidos, tres Giros de Italia y se había convertido en el segundo hombre, tras Van Looy, en vencer en los cinco monumentos del ciclismo. Pero la insaciable ambición del belga quería más, y puso sus ojos en el récord de la hora.
Pronto se entendió que lo mejor era que Merckx probara a batir el récord en Ciudad de México en los albores de 1972. Pero para ello Eddy debió de someterse a un concienzudo entrenamiento, que incluía largas horas de rodillo en el garaje de su casa con una mascarilla que reducía el oxígeno existente e imitaba, dentro de sus limitaciones, las condiciones que se iba a encontrar en México. De esta forma tan casera el mayor deportista del momento preparaba su asalto a un desafío máximo.
Y, cómo no, el gran Eddy lo consiguió. La imagen de Merckx en el velódromo de México, con chinchonera y el mítico maillot de Molteni, es una de las más icónicas de aquella época. Al bajarse de la bicicleta, y tras batir por casi un kilómetro el récord de Ritter, Merckx, entre toses, declaraba que nunca había sufrido tanto, y que jamás volvería a entrar en un velódromo para intentar tan absurda empresa.
Algo parecido debió de pensar Bernard Hinault, el único de los grandes del ciclismo que nunca intentó el récord de la hora. Su explicación, orgullosa como el bretón, era que él siempre quería ver cruzar a alguien por detrás de su rueda trasera la línea de meta, y que una carrera individual no le excitaba en absoluto.
Diez años después todo ha cambiado: la ciencia al servicio del ciclismo
Sí que le dio importancia Francesco Moser, el último recordman en México, que superó la marca de Merckx en más de un kilómetro. Ya no había mascarilla en el garaje de casa ni rodillos durante horas. Moser llevaba una bicicleta ultraligera, ropa aerodinámica y un casco científicamente testado para el récord. Detrás de él una tropa de médicos, entrenadores y nutricionistas que prepararon con mimo durante meses el récord. La marca, más de 51 kilómetros, y el cómo fue conseguida, suponía n un cambio en la historia del ciclismo, una entrada en la modernidad.