“Papá, tócame tu ópera”. Leos Janácek fue a por la partitura, recién acabada y a falta de los últimos retoques, y se la tocó a su hija al piano. Por fin la había terminado. Llevaba nueve años peleando cada nota, cada frase de aquella tragedia rural, en los escasos huecos que le dejaban sus múltiples trabajos. En los últimos años, Olga había enfermado de fiebres reumáticas y pasó toda su convalecencia escuchando a su padre componerla. Ahora que la había concluido, quería oírla entera, poder unir en sus oídos todos aquellos fragmentos que unas veces sonaban líricos y bellos, y otras, sombríos y desesperanzados. La dolencia que la aquejaba había empezado a afectarle el corazón. Murió pocos días después de haber visto la cara satisfecha y emocionada de su padre al mirarla después de tocar el último compás de aquella ópera.
Deborah Polaski (Kostelnicka) y Amanda Roocroft (Jenufa)
Hay mucho del recuerdo de Olga Janácek en la inmaculada voz de Jenufa, en esa fatalidad ingenua con que afronta su destino. Quizá por ello resulta aún más lacerante la fría determinación de Kostelnicka, su madrastra, que no duda en confinarla en casa tras comprobar que ha quedado embarazada de Steva, uno de los jovenzuelos que siempre la rondaban, junto con Laca. Pero el personaje de Gabriela Preissová adquirirá en las manos de Leos Janácek un relieve difuso y complejo, expresión de una mezcla de amor incondicional y proteccionismo destructivo.
Jenufa es una tragedia con música de fondo de una fiesta de pueblo, que se irá colando entre los pentagramas de la obra y que, impertinente, irrumpirá en la magnitud de la desdicha que se irá vertiendo sobre la joven protagonista. Esta sensación se percibe desde los primeros compases de la obertura, que el director de escena Stéphane Braunschweig se encarga de subrayar con la aparición fantasmal de las gigantescas aspas rojas de un molino de agua, las mismas que serán testigos mudos del pavoroso crimen que cometerá Kostelnicka. La impresión de angostura no desaparecerá, provocada por unos paneles de madera oscuros y húmedos, colocados en diagonal sobre el escenario. En el primer acto, un refulgente y pequeño rombo de luz, coronado en uno de sus ángulos por una sencilla maceta de flores, compone el reducido ámbito de felicidad de la inocente Jenufa, que volverá a proyectarse en el segundo acto para acoger la cuna del recién nacido.
“Hace ocho días que ha venido al mundo, y aún no ha dicho nada”. Es como si el bebé presintiera la hostilidad con que le recibe ese mundo frío y cerrado en el que intenta sobrevivir su madre. El mismo que ha hecho de su abuela la mujer calculadora y práctica que terminará con su vida. Kostelnicka es una mujer marcada por las noches en que su marido bebía y la pegaba, hasta el punto de tener que buscar refugio en la oscuridad de los campos. Allí, agachada y en silencio, con la respiración alterada por el miedo y la carrera, la madrastra de Jenufa edificó aquel carácter refractario, costara lo que costara, a cualquier signo de oprobio.
Deborah Polaski y Amanda Roocroft encarnan en toda su dimensión esa dolorosa relación entre madre e hija, apoyada en unos registros amplios y una recreación teatral de gran intensidad. Así lo pide la partitura de Janácek, que es capaz de desdoblarnos la personalidad de Kostelnicka entre el maternal y sobrecogedor dúo con Jenufa y el monstruoso camino que le conducirá al crimen.
Ivor Bolton enhebra la compleja partitura del compositor moravo con la ductilidad necesaria para recrear esa desasosegante mezcla entre lirismo y tragedia, sobre todo en el aterrador segundo acto, donde música y escena logran hacer que el espectador se sienta atenazado por un discurrir de los acontecimientos que no parece tener redención posible. El director musical subraya con la delectación de un entomólogo los dos silencios que, de repente, caen como losas y hacen contener la respiración.
Tras un acto tercero más irregular, Braunschweig vuelve a hacer gala de su enorme talento teatral para cerrar la obra con el encuentro entre Jenufa y su amigo Laca en la sobria soledad de la corbata del escenario. Los dos comprenden y perdonan. De ese lugar, alejado de las grandes luces de la escena, emanará el último rayo de esperanza.
Jenufa. Música de Leos Janácek. Libreto basado en la obra de teatro de Gabriela Preissová. Int.: Deborah Polaski, Amanda Roocroft, Miroslav Dvorský, Nikolai Shukoff, Mette Ejsing, entre otros. Dir. esc.: Stéphane Braunschweig. Coro Intermezzo. Orquesta Titular del Teatro Real. Dir. mús.: Ivor Bolton. Nueva producción del Teatro Real, Scala de Milán, basada en una producción del Chatelet de París. Madrid, del 4 al 22 de diciembre de 2009.
Foto: Javier del Real
Artículo publicado en Actualidad Económica, 9.1.2010