Otra entrada recuperada.
Espero que les guste
Dedicado a mi hermana, María Carrillo Tundidor, con todo mi cariño.
Los ancianos encuentran consuelo en el olvido de lo inmediato, y se reconfortan en el recuerdo de su niñez. Las personas mayores viven una realidad difícil, de achaques y pérdidas, mayores cuantos más años se acumulan sobre sus hombros frágiles. Por ello, la naturaleza nos ha dado una tregua en la remembranza de nuestro pasado, ofreciéndonos un lugar de refugio en el que descansar del ritmo, siempre frenético, de lo actual.
Este fenómeno se acrecienta con los años, de tal manera que una persona centenaria a menudo demuestra una memoria excelente de su adolescencia y su niñez, pero olvida lo acaecido hace apenas diez años.
En esto, resulta fascinante la figura de los padres. La pérdida de los padres aboca a la orfandad, y ello es siempre turbador. He visto a personas de 60 años mostrarse no sólo tristes, sino asustados y solos ante la muerte de sus padres, ya muy ancianos. Su pérdida es siempre un momento de vacío, de desgarro. De soledad absoluta. Con la madre perdemos la matriz que nos dio nombre, forma y sentido, que nos sostuvo cuando más vulnerables éramos. Y podemos ser nosotros mismos casi ancianos, que para nuestros padres siempre seremos hijos. Es algo que se entiende con la paternidad: los hijos duelen toda la vida, y los padres siempre hacen falta. Por si acaso. Cuando nos dejan, sufrimos un desarraigo que no admite explicación.
En definitiva, nuestra madre siempre muere antes de tiempo.
Todos seremos huérfanos. Y todos morimos solos; nadie muere por nosotros. La consciencia es inmisericorde en esto. La vida tiene mal pronóstico: es un estado siempre transitorio. Y, con los años, el cuerpo acusa el desgaste de la lucha. Vivir no es fácil, y lo normal es llegar a la meta muy cansados. Pero, entonces, el alma encuentra refugio en el recuerdo de unas manos grandes que cortaban el pan. Nos recordamos de niños, volvemos a una calle que ya no existe como quien regresa al nido. Y nos llega como un arrullo el recuerdo de unos olores y sonidos reconfortantes, casi olvidados.
Y de esta manera cerramos, sin darnos cuenta, el círculo de una vida.
Le debo a mi hermana María Carrillo el haber descubierto este cortometraje, ganador de un Oscar el año 2.000. No he encontrado una manera mejor de describir esta regresión:
Maravilloso. ¿No es cierto?
Esta vuelta a la niñez es una poderosa herramienta evolutiva (nos facilita una muerte más placentera) que se localiza fundamentalmente en el hipocampo, pero también en una zona más reciente de nuestro cerebro, un lugar poderoso y lleno de misterios: los lóbulos frontales. Permítanme que le dedique unas líneas a este lugar de maravillas que se oculta tras la frente.
Nuestro cerebro viene a ser como una orquesta: todas sus secciones trabajan de manera coordinada y armoniosa, de tal manera que su sonido es algo (mucho) más que la simple suma de unos tonos, intensidades y timbres. Una orquesta sinfónica tiene una entidad propia y diferenciada, un sonido propio. Y de esto es responsable, en buena medida, su director.
En realidad, son una misma cosa: yo.
En los lóbulos se encuentran las claves definitorias de nuestra personalidad, y, de hecho, determinan, definen y ajustan lo que estamos dispuestos a hacer para conseguir satisfacer nuestras necesidades. Nuestra conducta, impulsividad, habilidades sociales, ética y moral... todo lo que nos hace ser individuos y personas depende de este lugar fascinante. Si surgen problemas, si no se produce una maduración adecuada, aparecen rasgos distintivos, como la hiperactividad o el déficit de atención, pero también inmadurez emocional, trastornos de la personalidad y otras muchas patologías.
Un accidente acaecido el año 1848 nos ofreció las primeras pistas sobre su importancia. En realidad, hablamos del caso clínico más importante dentro de la historia de la neurología y la neuropsicología cognitiva. Al menos, es el más conocido; y no es para menos, porque el caso Phineas Gage es casi un milagro.
El 13 de septiembre un obrero, de nombre Phineas Gage, estaba colocando cargas explosivas a las afueras de Cavendish, Vermont. Participaba en la construcción de una línea de ferrocarril. Su puesto era el de capataz, y, en líneas generales, era considerado como un hombre eficiente y capaz, al que se podían confiar trabajos peligrosos.
Phineas debería de haber muerto en el acto.
Con los años, las neuronas se atrofian, y perdemos recursos y recuerdos. No sólo los huesos y articulaciones se resienten con los años; también las funciones cerebrales pierden frescura y capacidad. Lo usual es que esta degeneración afecte primero a las áreas más exteriores, las últimas en crearse. Como ya dijimos, a los recuerdos últimos, y también, y muy especialmente en los varones, observamos una pérdida de densidad sináptica en los lóbulos frontales. La pregunta sería: ¿afecta esto a nuestro carácter? ¿Nos sucede algo parecido a lo que le sucedió a Phineas Gage?
Ojalá a nosotros, cuando nos llegue la hora, nos traten con paciencia y respeto. Para ir mereciéndolo, conviene cuidar de los mayores; dar ejemplo a los más jóvenes. Ellos cuidarán de nosotros
Y, encima, hay ancianos y ancianas sencillamente encantadores. Definitivamente, no se puede asumir como dogma de fe la imagen del viejo cascarrabias.
Quedémonos, pues, con lo fundamental de lo dicho al principio: es cierto que los ancianos retienen los recuerdos de su infancia, que se han grabado en zonas más profundas del cerebro, y suelen venir acompañados de experiencias emocionales intensas. Es un refugio al que se aferran los últimos años: los recuerdos lejanos suelen pasar por un tamiz placentero, que, compasivo, remite al olvido lo malo y recupera lo bueno.
¿Saben del video la escena que más me impresiona? Cuando la anciana desciende la colina y encuentra el esqueleto de la barca de su padre. Lo que hace entonces me sobrecoge: se acurruca dentro, y adopta una postura fetal, como de bebé.
Ha alcanzado ese refugio en el que los ancianos se pueden permitir volver a su infancia.
Tras una larga vida, no merecen menos.
Antonio Carrillo.