El mismo día que la mami de Olivia supo que estaba embarazada me llamó para contarlo. Aparte de una gran alegría, la noticia -contada en ese momento- me dio una gran tranquilidad: tenía casi nueve meses para pensar el regalo que iba a hacer. Mucho tiempo para pensar un regalo para un bebé, pensaréis. Pues no creáis, este regalo tenía un plus de complejidad ya que la madre de Olivia -en ese momento no sabíamos si iba a ser Olivia o Popeye- tiene una firma de moda infantil y diseña ropa ideal para bebés. Es decir, que a la niña ropa no le va a faltar.
Pues con la tranquilidad que te da saber que tienes nueve meses por delante para pensar, el domingo por la noche recibí por whatsapp la primera foto de Olivia -ya fuera del vientre de su madre-. Respondí a su madre rápidamente diciendo que la niña era preciosa, que lo es, y alegrándome porque todo hubiera ido bien. Sin embargo era una alegría ficticia porque realmente el breve mensaje lo que me había producido era una preocupación-agobio-ansiedad terrible. Y ahora, ¿qué le regalo yo?
Pues después de mucho pensar y con esa mente pragmática de que la nunca he podido hacer gala porque nunca la he tenido decidí que le regalaría perchas. Sí, perchas. A esta niña le va a sobrar ropa, lo sé, y necesitará perchas para colgarla. La idea es buena, ¿no?
Dicho y hecho, llamé a Cocholate -se que las hacen porque yo las tengo- y dije: “quiero perchas”. Y perchas encargué. Bueno, perchas y algunas cosas más pues, esto no os lo había dicho, la mamá de Olivia es la jefa del Mindu y, con los tiempos que corren, a los jefes hay que cuidarlos ¿no os parece?
El regalo ha llegado a su destino, y me dicen que ha gustado mucho pero, claro, tampoco te van a decir lo contrario… A vosotras, ¿os gusta?
Mil gracias a
Y ahora os dejo que me voy a conocer a Olivia