No sé ustedes. En mi casa todavía se celebra el día de Reyes como la fiesta del regalo. No es cuestión de creencia, sino de costumbre. La fiesta del seis de enero es para nosotros la fiesta del regalo anual. Un día especial donde los niños son los protagonistas primeros, aunque no los únicos.
En esta casa el intruso conocido como Papá Noel no ha cuajado. Es más, pasa de largo. Sin embargo, el seis de enero es un día importante. Empieza el cinco por la tarde con la asistencia a la cabalgata de reyes que se celebra aquí en Rivas, seguida por una reunión familiar en casa, donde se toma chocolate con roscón. Y a esperar el día siguiente.
El peligro de ese día es que nos excedamos con los regalos y a los pequeños les llenemos de juguetes que, por muchos, a los dos días se queden en el cajón del olvido. Y con los mayores, puede ocurrir igual con colonias, corbatas y otros artículos similares.
Por eso conviene que recordemos que hay regalos mejores y peores. Y que, deberíamos hacer un esfuerzo por regalar cosas necesarias y no superfluas. Y hay que ver qué se entiende por necesarias. Aquí les dejo lo que entendía hace ochenta años, García Lorca, y con el que estoy de acuerdo.
Medio pan y un libro.
Locución de Federico García Lorca al Pueblo de Fuente de Vaqueros (Granada). Septiembre 1931.
Cuando alguien va al teatro, a un concierto o a una fiesta de cualquier índole que sea, si la fiesta es de su agrado, recuerda inmediatamente y lamenta que las personas que él quiere no se encuentren allí. ‘Lo que le gustaría esto a mi hermana, a mi padre’, piensa, y no goza ya del espectáculo sino a través de una leve melancolía. Ésta es la melancolía que yo siento, no por la gente de mi casa, que sería pequeño y ruin, sino por todas las criaturas que por falta de medios y por desgracia suya no gozan del supremo bien de la belleza que es vida y es bondad y es serenidad y es pasión.Por eso no tengo nunca un libro, porque regalo cuantos compro, que son infinitos, y por eso estoy aquí honrado y contento de inaugurar esta biblioteca del pueblo, la primera seguramente en toda la provincia de Granada.
No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del espíritu humano porque lo contrario es convertirlos en máquinas al servicio de Estado, es convertirlos en esclavos de una terrible organización social.
Yo tengo mucha más lástima de un hombre que quiere saber y no puede, que de un hambriento. Porque un hambriento puede calmar su hambre fácilmente con un pedazo de pan o con unas frutas, pero un hombre que tiene ansia de saber y no tiene medios, sufre una terrible agonía porque son libros, libros, muchos libros los que necesita y ¿dónde están esos libros?
¡Libros! ¡Libros! Hace aquí una palabra mágica que equivale a decir: ‘amor, amor’, y que debían los pueblos pedir como piden pan o como anhelan la lluvia para sus sementeras. Cuando el insigne escritor ruso Fedor Dostoyevsky, padre de la revolución rusa mucho más que Lenin, estaba prisionero en la Siberia, alejado del mundo, entre cuatro paredes y cercado por desoladas llanuras de nieve infinita; y pedía socorro en carta a su lejana familia, sólo decía: ‘¡Enviadme libros, libros, muchos libros para que mi alma no muera!’. Tenía frío y no pedía fuego, tenía terrible sed y no pedía agua: pedía libros, es decir, horizontes, es decir, escaleras para subir la cumbre del espíritu y del corazón. Porque la agonía física, biológica, natural, de un cuerpo por hambre, sed o frío, dura poco, muy poco, pero la agonía del alma insatisfecha dura toda la vida.
Ya ha dicho el gran Menéndez Pidal, uno de los sabios más verdaderos de Europa, que el lema de la República debe ser: ‘Cultura’. Cultura porque sólo a través de ella se pueden resolver los problemas en que hoy se debate el pueblo lleno de fe, pero falto de luz.
Pues sí, yo estoy con el gran poeta y con el espíritu de la Segunda República, quedando a la espera de la Tercera.
Y no se olviden, los regalos culturales son importantes: libros, cedés, entradas de espectáculos culturales, viajes, son una alternativa posible, también para los niños. Sin volverse locos, que la crisis sigue apretando.
¡Ah! y que tengan ustedes unos buenos reyes culturales.
Salud y República