Es una historia para recordar el asombro y la pureza que tenemos en la infancia para descubrir la vida y expresar nuestros sentimientos con toda la bondad del corazón, libres de prejuicios y malicia.
En este viaje un adulto se encuentra con un adolescente. Juntos recorren por varios días parte de la Patagonia. El Joven Príncipe lanza varias preguntas a su acompañante sobre el comportamiento de los hombres y se extraña de las limitaciones que se autoimponen. El hombre y el Joven Príncipe dialogan acerca de diversos temas durante el recorrido y sus obligadas paradas. Conversan sobre los juicios, la amistad, el autoengaño, la espiritualidad, el egoísmo y el amor. Cada escena culmina con una invitación a la reflexión o de la que surge una gran lección.
El Joven Príncipe, con sus preguntas, va guiando al protagonista a ver todo de manera distinta desde no juzgar a nadie por su apariencia o prejuzgar sus actos sin conocer todas las aristas hasta entender el valor del desapego y vivir en el presente. Es así como el Joven Príncipe le deja ver lo mejor de sí a su nuevo amigo para que éste descubra lo mejor de él mismo: olvidarse del “tener” para centrarse en el “ser”.