Por cierto que esta pequeña intro lingüística servirá de paso para explicar lo que, supongo, para algunos será un misterio: ¿qué significa “esbilla”? Pues no tiene mayor asunto, en la lengua sin reconocer de este pequeño país al norte el término se usa para nombrar la acción de separar “el grano de la paja” o los guisantes de la vaina y similares. Es decir, una esbilla es, por extensión, una selección.
Y con esto acaban los rodeos, un interín musical con una de mis favoritas, Los fayeos de mayo de Felpeyu en la reinterpretación que Xel Pereda, Nacho Vegas y compañía hicieron en el disco Lucas 15. Luego un raro spaghetti-western: La notte dei serpenti.
Director: Giulio Petroni
1969
Italia
Fotografía: Silvio Fraschetti y Mario Vulpiani
Música: Riz Ortolani
Guión: Fulvio Gicca, Enzo Gicca Palli y Giulio Petroni
Reparto: Luke Askew, Luigi Pistilli, Magda Konopka, Chelo Alonso, Franco Balducci, Guglielmo Spoletini, Giancarlo Badessi, Luciano Casamonica
Si bien el título más reconocido de Giulio Petroni es la estupenda De hombre a hombre, seguramente su mejor intento, el más consistente y original es este La notte dei serpenti. La historia abisal de un americano varado en un México estilizado y casi abstracto que es contratado, ya que no tiene nada que perder, para asesinar a un desconocido. Todo cambia cuando descubre que la víctima es un niño.
Un film atípico dentro del contexto del spaghetti-western, tanto por su entraña casi existencialista, como por aplicar sobre la historia y los personajes una mirada muy cercana a la de ciertos autores norteamericanos y a la propia tradición ficcional de un país que ve ese territorio fronterizo como una especie de puerta al infierno, un camino de autodestrucción y/o de redención. Así, el tortuoso personaje inmejorablemente interpretado por el gran característico Luke Askew en su única aparición en el western all’italiana anticipa en su cualidad terminal de hombre “bajo el volcán” al desesperado definitivo que Sam Peckinpah y Warren Oates pusieron más o menos en pie en la insuperable obra maestra suicida de 1974, ¡Quiero la cabeza de Alfredo García!. Alcoholizado y moralmente finiquitado por el peso de la culpa (en unos horrorosos flashbacks que martillean al protagonista se muestra como este mató a su propio hijo en plena borrachera al disparar contra un vaso que el pequeño sostenía en la cabeza) el personaje de Askew encuentra una última oportunidad para hacerlo bien y así emprenderá un viaje interior que lo llevará a enfrentarse co
Visualmente menos elegante que De hombre a hombre, un tanto tocada por los vicios estéticos de la época, pero también mucho más libre de influencias leonenianas y conceptualmente mucho más densa. No olvida los necesarios apuntes sádicos (la tortura con un garrote vil), ni el sentido del humor y de la exageración tebeística siempre presente en el spaghetti-western y casi puede verse como variación italianizante sobre el clásico Raíces profundas (1953) de George Stevens. Más que curiosa en cualquier caso, con una fantástica banda sonora de Riz Ortolani (extraordinario el tema dedicado a Askew antes de su recuperación como hombre y el que subraya la misma) y una jugoso grupo de secundarios donde reluce como el vicio la racial Chelo Alonso, puta de mal corazón aquí e inolvidable fetiche erótico del peplum más despendolado y colorista.