Revista Cine

El rellume II: Lo esencial de Anthony Mann, un autor de género visto por Ángel Comas

Publicado el 11 julio 2010 por Esbilla

¿Por qué el western americano tiene tanto éxito en todo el mundo? Es porque un hombre dice: “Voy a hacer algo”. Y lo hace ” Anthony Mann

El rellume II: Lo esencial de Anthony Mann, un autor de género visto por Ángel Comas
Este segundo rellume no está dedicado, como se puede ver, a ninguna película, sino a un libro encontrado recientemente (aunque fechado en 2004) que el veterano pero extraordinariamente fecundo Ángel Comas dedica a la carrera de Anthony Mann dentro de la estupenda colección Lo esencial de… editada por T&B. Un volumen de precio irresistible (solo 11 euros) y espacio ajustado, 166 páginas comestibles, sin hueco para la floritura que obligan al autor a un esfuerzo de síntesis, concreción y vigor expositivo.

Un libro que viene, además, a restañar una ausencia analítica sobre tan fenomenal director que fue víctima en 1997 de otro estudio perpetrado por Fernando Alonso Barahona para Film Ideal según su habitual criterio de transposición de su propio ideario derechista (o liberal español sin complejos para estar más a la moda), especialmente sangrante en casos como los de King Vidor o el propio Mann, epítome del individualista norteamericano, totalmente alejado de cualquier ideología Europea. Pero más allá de esta visión cejijunta, un ensayo (sic.) cegato, mediocre y repleto

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Walter Brennan, James Stewart y Anthony Mann durante el rodaje de Tierras lejanas ( 1955)

de vaguedades, errores y libres interpretaciones a cada cual más desajustada. A huir con celeridad.

Comas no duda en diseccionar con dureza y lucidez tanto los trabajos del director fuera de los géneros (ninguno sale bien parado, y con razón) ni su decadente etapa bajo el manto de las producciones absurdamente gigantíasicas de Samuel Bronston, momento decadente donde los haya, no ya de Anthony Mann como autor sino del propio cine, subrayando que la contratación del propio Mann y de Nicholas Ray vino facilitada por su carácter de rebotados de la industria Lo que por

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James Stewart a punto de recibir un disparo en la mano en El hombre de Laramie (1955)

otra parte no impide valorar las virtudes reales de alguno de estos filmes, como pero ejemplo la muy aprovechable amargura de la oscura La caída del imperio romano.

Igualmente se acotan las características autorales, la importancia de la violencia, Mann es sin duda uno de los grande directores de “la violencia”, el carácter casi de alter-ego de James Stewart como perfecta representación del hombre que nunca se rinde, poseído por un veneno que le hace implacable y asocial. Anti-héroe épico contra un paisaje igual de inamovible que es un obstáculo a superar y un marco violento en si mismo, los villanos seductores, las relaciones familiares o de amistad traicionadas y tormentosas…. en definitiva la importancia capital de Mann como renovador del western en los años 50, a través de la introducción  de la neurosis y la crispación filtradas por su propio sentido extremo de la

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Colorado Jim (1953)

fisicidad y la itinerancia.

Pero quizás la parte más jugosa del libro vine dada no pero el trabajo de Comas sobre el western, a estas alturas la parte reconocida unánimemente como “clásica” de la filmografía del director -aunque en absoluto fuera así en su día apuntándose con mucho acierto como los críticos franceses de mediados de los 50 fuero los descubridores de un Mann que transitaba el cine norteamericano sin pena ni gloria-, sino del la enjundiosa parte dedicada a diseccionar su alarga etapa dentro de la serie-b, todavía excesivamente desconocida pese a ser extraordinariamente meritoria y proponer ya gran parte de los estilemas que luego serían trasladados al territorio del western. Es quizás este capítulo el que resulta más interesante del libro al suponer una inmersión e unas películas muy poco conocidas a través de las que se traza una panorámica de la evolución de la carrera de un director dentro del patio trasero de un sistema de estudios contra el que Mann siempre se debatió (pese a la impresión errónea que pueda dar no fue un director de estudio sino

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que trabajó por contrató donde pudo). Desde los cheappies (los filmes “b” de la producción “b” en los que Richard Fleischer era especialista, por cierto) del principio de su carrera en la Republic y la RKO, subiendo en el escalafón de sueldos hasta las producciones independientes de la Eagle Lion y el salto final a la Metro.

Remarcable es también la manera en la que Ángel Comas supera la tradición cahierista de la política de autores para, sin “desautorizar” a Mann (más bien al contrario caracterizarlo férreamente en base a unos rasgos expuestos de forma tan sucinta como contundente) repartir méritos entre colaboradores fundamentales; así se reivindica la importancia del guionista John C. Higgins y de la poderosísima fotografía de John Alton en su cine criminal de los 40 y el relevo que supuso William H. Daniels en los espacios abiertos del oeste, la participación capital (y el amor/odio) con el tormentoso escritor Borden Chase en su definitiva entrada en el western o la larga colaboración con una

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Wallace Ford y Dennis O'Keefe iluminados por John Alton en La brigada suicida (1947)

personalidad tan peculiar como Philip Yordan.

En resumen, un libro que es una golosina, breve pero estupendamente ilustrado (en blanco y negro, eso si) y acompañado de una completa filmografía, de una breve repaso a su periodo teatral, al que solo se le pueden poner como pegas ciertos errores tipográfica, la escasez de notas comentadas y alguna laxitud en referir las declaraciones de Mann (todas extraordinariamente esclarecedoras de su visión del cine y de la vida). En todo caso, cosa muy menores y que no empañan un esfuerzo admirable de condensación, análisis, e información, que ni olvida ser valorativo ni se deja llevar por la admiración acrítica para, por fin, dejaren el mercado un libro sobre Anthony Mann digno de tal nombre, un homenaje rotundo a un verdadero autor de género: “Como el cine de Hollywood es un cine fraccionado en géneros, el realizador deberá encerrarse en las convenciones y los límites de cada género, sobrepasándolos, pero nunca borrándolos”.

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