el reloj de la Puerta del Sol

Publicado el 31 diciembre 2013 por Maslama


si alguien no conoce el reloj de la Puerta del Sol es que es noruego. Ahí colocado, en el kilómetro cero del país, con su péndulo de 3 metros y con su bola bajando en el comienzo de cada día. Dando las horas, imperecedero, desde hace más de ciento cuarenta años.
el 6 de noviembre de 1866 su creador, el relojero leonés José Rodríguez Losada, comenzó a montarlo ante el pasmo general de la concurrencia madrileña. Era muy grande, muy bonito y había venido directo de Londres.
y llegó de Londres porque el relojero Losada, un liberal exiliado, lo construyó allí para luego regalarlo a la reina Isabel II y al pueblo de Madrid. Se decidió colocarlo en la sede del Ministerio de la Gobernación, lo cual dio lugar a bastantes chuflas, porque al principio el reloj no funcionaba con demasiada precisión y enseguida le sacaron coplillas. Ésta tiene guasa:
Ese reló tan fatal
que hay en la Puerta del Sol,
dijo un turco a un español,
¿por qué funciona tan mal?
Y el turco con desparpajo
contestó cual perro viejo:
este reló es el espejo,
del gobierno que hay debajo.

dicen los expertos que la maquinaria es una maravilla. Cualquiera de sus piezas se puede cambiar sin tener que desmontar el reloj, y tiene sonería, no sólo de horas, sino de cuartos, lo cual es muy raro pero también muy divertido el día de Nochevieja. El reloj de la Puerta del Sol lleva sonando así casi siglo y medio, y todavía muchos se hacen un lío con los cuartos, las uvas y las campanadas.
es también uno de los más precisos del mundo, porque sólo se retrasa cuatro segundos al mes, y esto no lo pueden decir todos los relojes. Pero sepan una cosa: en Nochevieja, el reloj de la Puerta del Sol tiene truco. Todos los finales de año se manipula la maquinaria para que el ritmo de las doce campanadas sea más lento y dé tiempo a comerse las uvas, truco este que no se empleó en la Nochevieja de 1996 por un fallo de comunicación entre los técnicos, con lo cual media España acabó atragantada porque fue imposible comerse las uvas a tal velocidad. Es trampa, sí, pero una trampa bienintencionada.

(Nieves Concostrina, Menudas historias de la historia)
ronronea: big cat