Se trataba de un reloj de sol de proporciones descomunales y mandado construir por
Su construcción fue un deseo expreso del emperador y para su diseño reunió a los mejores científicos y matemáticos de la época. Apenas quedan restos del Horologium. En el Museo del Vaticano se conserva la bola que estuvo en la punta.
El obelisco se partió y fue olvidado en algún momento de la edad media. En el siglo XVIII fue recuperado, restaurado y trasladado a la Plaza Montecittorio donde aún permanece. Del suelo sólo hay unos pocos vestigios encontrados recientemente.
A modo anecdótico destacar que Plinio el Viejo en el 70 d. C. reflejó en sus escritos que llevaba varios años sin funcionar correctamente.
Hasta el 2006 no se superó las dimensiones del Horologium Augusti, al construirse un reloj solar usando como gnomon la torre de la Abadía de Saint-Michel.
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