En un país desmemoriado como este siempre viene bien que alguien se empecine en repartir rabitos de pasas a diestro y siniestro, para que a la peña no se le olvide nunca quiénes somos y de dónde venimos. A algo así es a lo que se dedican en todoslosnombres.org, a zarandear las conciencias aturdidas escarbando en los pliegues recónditos y olvidados de la reciente historia española, para devolverlos a la luz y al conocimiento de todos. En dicha loable tarea tiene buena parte de culpa mi amigo Cecilio Gordillo, miembro del grupo de trabajo “Recuperando la Memoria de la Historia Social de Andalucía” de CGT-Andalucía. Ahora han subido a la web los nombres de 70 libertarios andaluces represaliados tras la guerra civil, con los que los integrantes de tan macabra base de datos ascienden ya a 51.629 y quedan pendientes de subir aún más de trece mil registros. Estos setenta nuevos integrantes de las listas rescatadas del olvido fueron procesados en Consejo de Guerra celebrado el 14 de diciembre de 1951, dentro de lo que fue la represión al movimiento libertario en la clandestinidad durante la década de los cincuenta. En aquel Consejo de Guerra se impusieron penas por un total de 678 años y cuatro meses de prisión. Uno de los juzgados fue fusilado, algunos lograron escapar y nueve de ellos murieron en el intento. Toda la información aportada proviene de la investigación “La represión del movimiento libertario en Andalucía la baja (Sevilla y Cádiz)” que están llevando a cabo los historiadores José L. Gutiérrez Molina y José María García Márquez con el patrocinio del Ministerio de Presidencia, cuyos resultados finales están previstos ser presentados a lo largo del 2010. Contaba Orwell en 1984 el afán que ponen los totalitarismos en evitar que sus engrasadas maquinarias represoras se convirtieran en fábricas de mártires. Los mártires siempre son útiles después del óbito y tienen la fea costumbre de remover las conciencias de las masas. La primera obsesión de los regímenes cavernarios siempre es asesinar la memoria para evitar el culto posterior, la estela de la que hablaba Machado. Por eso escondieron el cuerpo de Federico García Lorca, y de tantos otros, después de arrancarle la vida. De ahí la malévola táctica de asesinar primero a la persona y finiquitar después su recuerdo borrándolo para siempre del mapa de la memoria colectiva. Menos mal que siempre nos quedará la labor de hormiguita de personas como Cecilio, que son capaces de emplear su tiempo libre en repartir rabitos de pasas entre los olvidadizos. Porque todos los hombres y mujeres tienen nombre y apellidos.
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