Pero lo que quería reseñar como algo particular es que esa jefa siempre se comportó como una compañera más, sin importarle la categoría profesional con quien se relacionase laboralmente o recabase su ayuda. Era una persona asequible y amable. Ello denota una cualidad humana que nace del respeto y la honestidad para con todos, vistan el uniforme, la bata o el hábito que sean. Así trataba también, como no podía ser de otra manera, a los pacientes, exprimiendo su sabiduría y experiencia para brindarles a todos y cada uno de ellos el mejor servicio y la mejor atención. Y es que los buenos profesionales han de ser también buenas personas para que la virtud sea completa y genere el afecto que despiertan en la gente. Por eso, la compañera recién jubilada se sintió emocionada por el afecto que le mostraron los presentes en el acto y los que no pudieron acudir por impedírselo otras obligaciones. Recibió el respeto y la honestidad que siempre había cultivado.
Es muy fácil trabajar con personas así, que saben respetar y valorar tu aportación a un trabajo necesariamente multidisciplinar y que se esfuerzan por dirigir a las personas con honestidad, lo que no evita tensiones y dificultades que siempre acaban resolviéndose atendiendo a un objetivo irrenunciable: el paciente. Y ella lo tenía muy claro.
Como tiene claro el futuro que se abre ahora ante sus ojos: seguir siendo una persona inquieta que, haga lo que haga, derrochará respeto y honestidad con todos. No es extraño que, en reciprocidad, reciba tanta admiración y afecto. Y amplíe su círculo de amistades. Desgraciadamente, son pocas las personas así. Como Magda, jefa, compañera y amiga. Un orgullo para su familia y un honor para sus compañeros.