Felizmente, sabemos que Dios sí contesta. Él es el «Altísimo», el «Omnipotente» (Salmo 91:1). Aunque su posición es elevada y su poder ilimitado, podemos acceder a Él, ya que prometió: «Me invocará, y yo le responderé» (v. 15).
Una antigua leyenda habla de un rey que contrataba tejedores para que le hicieran tapetes y vestidos. Les daba la seda y los diseños, y les indicaba que lo consultaran de inmediato si surgían problemas. Un tejedor hacía todo bien y estaba contento, mientras que el resto siempre tenía dificultades. Cuando le preguntaron por qué, respondió: «¿No vieron cuántas veces llamé al rey?». «Sí —le respondieron—, pero como siempre está tan ocupado, pensamos que no debías molestarlo tanto». El muchacho contestó: «¡Solo le obedecí, y él estaba muy feliz de poder ayudarme!».
Nuestro Dios es como ese rey… pero mucho más grande. En su inmenso amor y bondad, se ocupa de nuestras cosas más pequeñas.
Señor, me asombra poder acudir a ti en oración con mis pequeñeces.
Fuente: Nuestro Pan Diario
La Biblia en un año: Mateo 2