(Esta es una reflexión previa a la tribuna que voy a escribir para la Revista Capital Humano el mes que viene. En él citaré los comentarios más interesantes, así como los blogs o las cuentas de twitter de sus autores. Ver ejemplo aquí )Cuando uno analiza proyectos tan espectaculares como la Wikipedia, donde millones de personas de todo el mundo han participado de forma desinteresada, convirtiendo el caos en éxito, para crear el mayor banco de conocimiento de la historia de la humanidad, siente el fantástico potencial del crowdsourcing. ¡Qué de aplicaciones tendría esta forma de colaboración en las organizaciones! ¡Cuánto potencial! Comunidades de conocimiento, gestión de mejores prácticas, cocreación de nuevos productos, etc. Aún así pocas son las organizaciones que se tratan de implantar este tipo de proyectos colaborativos internamente, y las que lo intentan suelen encallar con una baja o nula participación.Claramente hay aspectos que marcan la diferencia entre nuestro comportamiento en las redes sociales públicas y el que tenemos en los proyectos colaborativos corporativos. En Facebook, Twitter o Flickr somos proactivos publicando reflexiones, contando nuestra actualidad o compartiendo fotografías, y en cambio internamente en nuestras empresas guardamos silencio y somos recelosos de nuestro conocimiento.¿Es posible potenciar la participación en los proyectos corporativos? ¿Es posible replicar el comportamiento en entornos abiertos, o por el contrario un entorno condicionado siempre va a impedir que surjan actitudes 2.0? ¿Optar por incentivar la participación es una estrategia válida o pervierte el objetivo que persigue? ¿Si la cultura de la organización es opuesta a filosofía de trabajo es mejor abandonar este tipo de proyectos o existe una vía de transición?