El reto de la semana: El secreto de la aldea nevada

Publicado el 17 abril 2021 por Ana Escudero @_AnaEscudero

El reto de esta semana estaba basado en el cuadro " El secreto de la aldea nevada", en el que el paisaje es obra de Joost de Momper II y las figuras de Jan Brueghel Viejo.
Y ahora os dejo con este entretenido relato de Adelina GN.

EL SECRETO DE LA ALDEA
Adelina GN

Un paisaje nevado en pleno invierno, siempre deja incógnitas por ese gris en sus colores y su gélido entorno de suspense.
La mañana festiva vistió el lago helado de patinadores, las casas al fondo formaban esa barrera que cerraba en semicírculo y escondía a la aldea.
Nadie se acercaba por aquel lado, por la montaña donde yo me encontraba apostada, era el lugar más alejado del bosque.
Toda la arboleda helada servía de cortina para esconder aquel secreto que ni los nativos de aquel condado nos atrevíamos a creer.
Me llamo Irene, desde que tengo uso de razón he querido investigar sobre la bella aldea prohibida; en mi juventud me contaron su secreto, aquello que ocultaban con recelo, aquello que ahora voy a descubrir.
Estoy mirando cómo bajar hasta allí, escucho sus risas, sin distinguirse lo que están hablando. Pues la distancia solo me deja observar sus movimientos, sus juegos de invierno, su privilegio de vivir fuera de los aborígenes lugares en los que se han convertido otros sitios en el mundo.
No sé su temor a relacionarse con el pueblo vecino, del que yo vengo, pero sé que son suficientes para afrontar juntos cualquier conflicto.
Una leyenda que yo haría que fuese la noticia de aquel invierno frío al que seguirían las demás estaciones ya sin secretos sobre todos ellos.
Comencé a bajar, mi respiración se agitaba ¡Sería la primera persona que pisase aquel terreno donde vivían ellos!
Al tiempo que me iba acercando, lo comprendía todo...
Sus voces iban perdiendo intensidad, sus bailes sobre el hilo se convirtieron en silenciosos pasos que se detenían con cuidado en el lado nevado. Los ladridos de sus perros o el relinchar de sus caballos, resultaban para mis oídos insignificantes voces sin contundencia ninguna.
Sin ninguna maldad me acerqué demasiado y con la punta de mi zapato destrocé la pista de patinaje, creando el disgusto y enfado de un joven que parecía tener mi edad.
Mi conocimiento me permitió que me sentase en una piedra para no crear otro estropicio o lastimase a alguno de los aldeanos. En aquel preciso instante uno de ellos con sus sienes blancas, se posicionó delante de mí.
La duda se disipaba cuando me dijo que era el alcalde de la aldea, pero él no venía solo le acompañaban tres hombres más, entablando una pequeña conversación con el joven enojado por mi torpeza.
No llegaba a escuchar lo que decían, pero al alcalde se le notaba su comodidad al hablar con el joven.
Me incliné hacia ellos, mi cara casi los rozaba, ellos me miraron y dejaron de hablar, en un lugar en el que hay un secreto, la delicadeza para ser guardado durante siempre, es el no hablar con nadie.
La semblanza de aquellas personas daba una paz y tranquilidad que yo nunca había vivido. Era de lógica que no dejasen acercarse a nadie a su aldea.
Vi a la niña de los cabellos dorados, sus ojitos delataban su miedo, tendí mi mano y ella se cobijó en su madre.
Le dije que no tuviese miedo, y volví a ofrecerle mi mano con ternura...
Fue su mamá la que la acercó, bajándola yo al ras del suelo, la pequeñísima muñeca de carne y hueso, subió en ella. Y con sumo cuidado la acerqué delante de mis ojos, tranquilizando así a la pequeña...
-No debes tener miedo muñeca, ya he descubierto vuestro secreto, con él he ganado vivir una realidad. La vida aquí es el más grande de los privilegios, sin importarme para nada vuestro tamaño. No volveré al pueblo me quedaré para fortalecer el secreto de la aldea nevada.

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