El retorno liberal de Cincinato (artículo recomendado)

Publicado el 22 febrero 2019 por Franky
Participo, junto con un grupo de luchadores por la calidad de la democracia y la recuperación de los valores en la fundación de "Cincinato", un club que va a dedicarse a luchar por mejorar la sociedad y la política en España, organizando foros de debate, realizando investigaciones y difundiendo ideas y propuestas a través de los medios y redes. Cincinato es una plataforma de gran ambición y valor potencial, con sede en Sevilla, que se encuentra en sus inicios, pero que esperamos que se convierta pronto en un activo interesante que ayude a la regeneración y desarrollo de la sociedad civil española. El periodista Pedro de Tena ha escrito un artículo en el que presenta la filosofía dentro de la que nace Cincinato. Es una trabajo tan valioso y acertado que no puedo hacer otra cosa que cederle esta tribuna para que los lectores de Voto en Blanco lo lean. En su momento, cuando Cincinato comience a desplegar su lucha, os invitaré para que los que quieran incorporarse sumen su esfuerzo. Todos caben, pero hay condiciones: ser demócrata, tener voluntad de luchar por una España mejor, no ser miembro de partido político alguno, amar la libertad por encima de cualquier otro valor y tener una elevada solvencia moral. Les dejo con Pedro de Tena y con Cincinato: Una de las aspiraciones más antiguas de la historia occidental, en versión para ingenuos o personas de buena voluntad -que al decir de Kant es lo único que puede reconocerse como bueno-, es que la política sea la coordinación de acciones destinadas a procurar el bien común sin mezcla de ruindad alguna. Eso es lo que querían los escolásticos y los preceptores de los príncipes cristianos hasta el siglo XVI y lo que quieren asimismo los liberales ya advertidos, eso sí, de que el poder exige limitación para que sirva a la libertad.

Sin embargo, la realidad descrita por Maquiavelo se impuso, no ya como retrato fidedigno de las malas artes en política, sino como un manual del comportamiento indecente, esto es, sin escrúpulos y sin freno, de quienes desean tener la responsabilidad de gobernar. Aquello tan reciente y celebrado de gato blanco, gato negro, lo importante es que cace ratones puede conducir, y así lo ha hecho, a niveles de corrupción y tiranía insoportables.

Quizá estemos en un momento histórico en el que hacer de la política y lo político algo noble por fin sea posible. No por triunfo generalizado de la virtud sino sencillamente porque la sobrevivencia de la democracia -el modelo político-económico que más libertad y prosperidad ha dado a una mayor cantidad de individuos en la Historia -, exige evitar su degeneración con el freno de la verdad rescatada por el reconocimiento común de los hechos y por un uso decoroso, respetuoso, eficaz y limitado del poder para bien y libertad de los ciudadanos.

La admiración por el patricio Cincinato (519-439 a.C.) viene de muy lejos en la historia de Occidente y llega hasta nuestros días. Lucius Quincius Cincinnatus, Cincinato (nacido con el pelo rizado), vivió en un momento en que la segunda Roma, la que abominó de sus reyes, instituyó un Senado poderoso que previno la existencia de circunstancias que podrían aconsejar la dictadura temporal para la salvación de la República. De hecho, Cincinato inspiró el lema Omnia reliquit servare republicam: "Dejó todo para salvar la república"[1].

Poseía como hacienda cuanto podían arar en un día cuatro yugadas de bueyes tras haberse empobrecido (tenía siete) a causa de la defensa judicial de un hijo. Con sus propias manos labraba su tierra y la cultivaba. Ante enemigos que exigían un poder especial y total, la originaria Roma republicana le apartó del arado para nombrarle dictador, una dignidad temporal más honrada y apreciada que la de cónsul.

Cincinato, de familia patricia bien antigua y engarzada en los orígenes de la ciudad, fue designado dictador dos veces, 458 y 439 a.C., y en la primera de ellas apenas estuvo 16 días en el cargo, regresando a sus tareas agrícolas rechazando poder, honores y riquezas tras afrontar los peligros externos de la recién inventada República. En aquella ocasión, tras derrotar a los enemigos de Roma, castigó a un cónsul incapaz de desempeñar su cargo con dignidad y eficacia.

Probablemente fue en Orígenes[2], una de las 150 obras que Cicerón dijo haber leído de Catón el Viejo, donde encontró información sobre las virtudes de Cincinato. Antes del gran orador, y después, todos los historiadores de Roma hasta Teodoro Mommsen y siguientes, mencionaron las cualidades y la humildad de aquel patricio que salvó dos veces a la ciudad y sus instituciones sin beneficiarse por ello ni abusar del poder.

Tito Livio dejó descrita la segunda de sus tareas: desmantelar la conspiración antisenatorial de un demagogo con propósitos tiránicos para lo que fue nombrado de nuevo dictador a los 80 años. Lo escribió así: “Cuando el pueblo de Roma sufrió hambre, un caballero romano llamado Spurio Maelio pagó para entregar gran cantidad de grano[3] a la plebe, pero cuando se hizo popular entre los pobres y quiso hacerse rey, fue asesinado por Gayo Servilio Ahala, jefe de la caballería, a quien se lo ordenó el dictador Lucio Quincio Cincinato. A Lucio Minucio, que denunció a Maelio, se le concedió una estatua de un toro dorado.” Evidentemente, a Cincinato no le temblaba el pulso.

San Agustín también consideraba admirable a Lucio Quincio Cincinato. El Dante le retrató como dictador justo y lo citó dos veces en su Paraíso. Es más, dijo de él: “¿No nos ha dejado un sagrado ejemplo aquel famoso Cincinato, al renunciar libremente a su propia dignidad en el plazo fijado, cuando…volvió libremente a la esteva, a sudar, tras los bueyes?” Petrarca lo incluyo en su relación de varones ilustres y lo calificó como vir fortissimus. Su retrato no faltó en las galerías renacentistas como informó Vasari y su presencia llegó hasta la Revolución Francesa.

A pesar de la dudas y sombras que se han vertido sobre el siempre elogiado George Washington -fue acusado de no desear la Independencia americana -, fue el primer presidente de los Estados Unidos tras la revolución. “La vieja”, como le motejaba el sureño general Lee, fue considerado un moderno Cincinato por haberse limitado a presidir la nueva nación durante dos mandatos, algo que con el tiempo fue legalmente obligatorio.

Le sucedió su amigo John Adams pero su ejemplo dio origen a la Sociedad de los Cincinnati, fundada en 1783 por el general Knox, que todavía existe con sede en Washington y que tenía presencia de socios de otros países como Francia, Suecia o la Mancomunidad polaco-lituana. No se olvide que el mismísimo Mirabeau escribió, a instancias de Benjamín Franklin, unas Consideraciones sobre la Orden de los Cincinatos.

Isaac Asimov, además de escribir relatos de ciencia ficción o popularizar la ciencia, dedicó no pocos afanes a la labor de divulgar la historia. En su relato sobre la propia de Estados Unidos consignó: ”La acción de Washington, al retirarse en lugar de tratar de usar la popularidad obtenida con una guerra victoriosa para ganar poder político sobre la nación, fue admirada tanto interior como exteriormente. Fue llamado «el Cincinato americano”. A partir de entonces, añadamos, no pocos masones adoptaron el sobrenombre de Cincinato.

Y continúa: “En abril de 1783, el general Knox, el más íntimo amigo de Washington, esbozó un plan para formar una «Sociedad de los Cincinatos», a la que podían pertenecer los oficiales retirados del Ejército Continental. Dos mil ex oficiales se incorporaron a ella y se crearon secciones en todos los Estados. Naturalmente, Washington fue su primer presidente. La sociedad tuvo considerable prestigio en aquellos tempranos años, y en 1790 un puesto militar a orillas del río Ohio fue rebautizado en su honor; desde entonces, ha sido la ciudad de Cincinnati (Ohio).”
Sin embargo, la asociación fue inmediatamente atacada por cuanto estableció que la pertenencia a ella sería hereditaria, lo que hizo temer a muchos la consolidación de una nueva aristocracia americana y el peligro de una monarquía. Frente a su influencia, surgieron sociedades que decían defender la democracia, como la famosa Tammany Hall, que logró un gran poder político en la ciudad de Nueva York durante un siglo y medio.

En realidad, en la Asamblea general de los Cincinatos americanos celebrada el 3 de mayo de 1784 en Filadelfia se modificaron sus estatutos por proposición del mismo Washington y la orden dejó de ser hereditaria. Pero al prohibirse el ingreso de nuevos individuos, la sociedad corrió el riesgo de desaparecer.

Entre nuestros liberales decimonónicos llegó a haber un periódico llamado El Cincinato o el verdadero moderado liberal (1-IX-1821/8-VII-1822). Marx recuerda en sus escritos sobre España que al general Espartero se le llamaba en Londres el “Cincinato español”. Hasta el andaluz y grandísimo escritor Juan Valera se refirió a la búsqueda de un candidato electoral “cincinato” en una divertida narración sobre la que habrá que volver algún día[4].

Emilio Castelar decía de Garibaldi que tenía “mucho del héroe Cincinato en sus gustos, y mucho del monje Arnaldo y del monje Savonarola en sus sacrificios y en sus austeridades.” A Campoamor, las virtudes de Cincinato le parecían inverosímiles. Y se reía:

“Siendo tan sobrio Juan, a falta de olla,
,con cebolla y con pan se desayuna,
y ya alto el sol, sin diferencia alguna,
se come por variar pan y cebolla.
Como es todo mortal falto de trato,
según San Agustín, o santo o bestia,
por su gran castidad y su modestia
es Juan un Escipión y un Cincinato.”

Incluso al dictador Primo de Rivera se le trató de asimilar a Cincinato, algo que discute Ramón Tamames en su libro sobre ese período porque “en vez de convocar al pueblo a las urnas, lo que hizo fue consolidar su pronunciamiento militar contra la Constitución.” Tampoco fue el Parlamento el que lo reclamó ni guarda parecido con los “Cincinnati” de Estados Unidos, cuya reverencia por el viejo romano dio nombre a una ciudad. A pesar de todo, Tamames admite algunas “concomitancias”.

Por increíble que pueda parecer, hasta la II República sufrió el influjo de la figura de Cincinato. Claudio Sánchez Albornoz y otros líderes de la izquierda republicana creyeron que debería establecerse una “dictadura republicana temporal constitucionalista”, como la considera Stanley Payne, para salvar la República. O sea, un gobierno al estilo Cincinato para restaurar ley y orden. Miguel Maura insistió en algo parecido, pero Azaña y Casares Quiroga lo rechazaron.

En nuestros días, y por no alargar demasiado la relación de sus admiradores, también se menciona el ideal de Cincinato. No se conoce si en los tejemanejes previos al golpe de Estado de 1981 se aludió al modelo Cincinato pero hay algún libro que identifica a Alfonso Guerra y a José María Aznar con algunos rasgos de la conducta del viejo romano: pasar por el poder limitadamente y sin medro, pero puede discutirse desde el emparejamiento[5] poco apropiado a la idoneidad de ambos personajes para aspirar a dicha consideración.

El catedrático de Derecho Romano en la Universidad de Navarra, Rafael Domingo, escribió en El Mundo que “España está pidiendo a gritos un Cincinato que nos libere del Mäelstrom en que el gobierno de Zapatero nos quiere hundir. España… necesita, hoy más que nunca, de un Cincinato aceptado y apoyado por la izquierda, el centro y la derecha, que, con el máximo favor de los partidos políticos, sirva de timonel durante esta maldita crisis, que destruye la convivencia.”[6] Hace menos lo rememoró Eva Diaz Pérez como “viejo sueño de la moralidad”.

El ejemplo de Cincinato en clave liberal se reaviva en Andalucía

Este artículo tiene su origen en la iniciativa que algunas personas, inspiradas por la profesora andaluza Mar Gijón, cuyo blog Letra Cursiva lleva años oponiéndose al régimen recientemente derrotado en las urnas andaluzas. Bajo el seudónimo de Cornelia Cinna Minor, la primera mujer de César -no en vano es experta en Lenguas Clásicas y Filosofía, además de otras materias-, ha publicado centenares de artículos críticos con la gestión socialista y ahora promueve en Andalucía una asociación civil inspirada en las virtudes del romano con el objetivo de dignificar la democracia y la política.

Junto a ella, el núcleo impulsor de la asociación incluye a Francisco Rubiales, que fuera mano derecha de Manuel Olivencia en la comunicación de la primera fase de la Expo 92 y delegado de la agencia EFE en Centro América. Autor de varios libros, el último Hienas y buitres, donde defiende la profesión periodística, si se ejerce en libertad, como antídoto y límite del poder omnímodo. Su blog Voto en Blanco defiende una España digna y decente, denuncia la degradación de los partidos políticos y clama por la regeneración de la democracia española.

Manuel Vicente, también veterano periodista y último responsable de UPyD en Andalucía es otro de los impulsores del proyecto. Juan Carlos Valverde es el rostro público de la plataforma ‘Stop impuesto de sucesiones’ y participa asimismo en la iniciativa. Igualmente, María Teresa Alonso, de una larga trayectoria como profesora de filosofía en la Universidad de Sevilla y educadora bien relacionada con algunas universidades de Estados Unidos donde impartió seminarios, es otra de las componentes del grupo inicial.

Según los primeros documentos aún en fase de elaboración, “por su valentía, aplomo, audacia, capacidad estratégica, convicción, talento político y virtudes, Lucio Quincio Cincinato (519 a.C.-439 a.C.) encarnó el modelo del civismo político romano, la confianza de los gobernados hacia el gobernante y el respeto del pueblo. Tolerante, apaciguador, humilde y discreto fue paradigma del compromiso cívico, inteligencia práctica, de fidelidad a la República Romana, la visión de Estado, la honestidad, la rectitud, la confianza, la honorabilidad, la modestia, la integridad, la nobleza, la austeridad, la falta de ambición personal, servicio público desinteresado, el límite preciso y necesario de un mandatario, del sentido y bien común.”

Aunque Cincinato actuó en dos ocasiones como dictador llamado por su República, no se destaca aquella función accidental y limitada en el tiempo, sino sus valores ciudadanos que, al ser difícil reunirlos en una sola persona, exige una asociación o institución que se proponga la revisión de lo político, de los políticos y de la política. Y añaden: “Sólo si desde la sociedad civil se les exige, se abordará la regeneración política fáctica que nos devuelva colectivamente la confianza y el respeto hacia nuestras instituciones y sus representantes.”

Se trata de recuperar la responsabilidad moral del gobernante y de los representantes políticos y una gestión eficiente, sensata y equilibrada del poder recibido de las urnas. Es preciso que los políticos correspondan adecuadamente a la confianza depositada por los ciudadanos y cumplan con su deber bajo las normas democráticas sin buscar recovecos perversos, mentiras ni trilerismos.

Por ello, en sus propósitos está el respeto absoluto a la Ley y a los principios constitucionales, la mejora de los mecanismos de control gubernamental, el acercamiento a las democracias avanzadas, la separación real de poderes, la lucha contra la corrupción y las mentiras políticas normalizadas, la defensa de los símbolos comunes de la nación y la obligación de mantener y defender el patrimonio histórico, cultural, artístico, lingüístico y territorial heredados de las generaciones anteriores, entre otras tareas.

Para conseguir que la sociedad civil participe como protagonista en la necesaria regeneración este grupo de personas, que lleva años incidiendo dispersamente en los mismos propósitos, quiere que, desde valores como el respeto mutuo, el diálogo real, la tolerancia recíproca y la búsqueda desinteresada del bien común, se confluya en una asociación lejana a posiciones extremistas que ayude, no sólo a denunciar los problemas, sino a aportar soluciones eficaces.

Este retorno liberal de Cincinato está plagado de peligros aunque no deja de ser una aventura esperanzadora. Recuérdese que nuestra Constitución de 1812, La Pepa, también quería que los ciudadanos fueran, además de amantes de la Patria, justos y benéficos. Pero no se olvide que Simón Bolívar dejó escrito que, por cada Cincinato, hay cien Caracallas. De todos modos, entre color verde de la esperanza y el azul de la estirpe de Cincinnatus, hay lugar para la modulación.

Tampoco deje de tenerse en cuenta, como escribió Stefan Zweig de José Fouché, que podía simular, como Tirano Banderas, o intentar sinceramente ser Cincinato, pero “le cosquillean los dedos y le vibran los nervios por volver a coger los naipes de la política.” Véase asimismo lo que dice Alfonso Reyes de Porfirio Díaz que hizo cuatro años de Cincinato hasta que en 1876 se alzó en armas. Incluso Churchill consideró un Cincinato al mismo Hindenburg. Esto es, la selección de un grupo de personas de buena voluntad capaces de resistir las tentaciones del poder parece bien difícil.

La ventaja del proyecto, inicialmente andaluz, es que ninguno de sus impulsores se ha caído de un guindo y que todos ellos han sufrido muy especialmente las consecuencias de una degeneración de la democracia fundada en la Constitución que impidió la alternancia política durante casi 40 años.

Aunque haya nacido en el Sur o quizá por ello, la propuesta debe tomarse en consideración. El combate contra la mentira generalizada, contra la desaparición de la realidad contrastable que denuncian ahora algunos[7], la promoción de la virtud cívica en la política y la limitación del poder, nunca estará de más. Sabido es que para que el mal triunfe sólo es preciso que los buenos no hagan nada. Una asociación de un tipo así de ciudadanos españoles con fidelidad a la verdad y transparentemente desinteresada, podría ser de gran ayuda contra el despotismo, la demagogia, la corrupción y la disolución nacional.

Pedro de Tena

[1] No fue el único romano admirado por los suyos. Marcio Rutilio Censorino, por ejemplo, al ser nombrado censor por segunda vez, convocó una asamblea popular a la que dirigió las críticas más duras que pudo por haberle otorgado de nuevo ese poder cuando, en la antigüedad, se había establecido que no debía prorrogarse el plazo por tratarse de un poder excepcional.
2 Es una obra desaparecida de la que se conservan fragmentos citados por otros autores.
[3] Hoy podrían ser subvenciones y ayudas estatales varias.
[4] Juan Valera, Doña Luz, capitulo XI
[5] Mentira y poder político. Seudología, VII. Miguel Catalán, Verbum, 2018
[6] 21/06/2010
[7] La muerte de la verdad, Michiko Takukani, Galaxia Gutenberg, S.L., Barcelona, 2019. Sobre todo, el capítulo titulado “La desaparición de la realidad”.