El retrato de Dorian Gray (2009)

Publicado el 11 junio 2010 por Quesito
La arruga es bella.
Se hace muy complicado analizar una película basada en una novela que se ha leído un servidor, por aquello de que siempre se tiende a comparar el resultado cinematográfico final con el original literario. Lo dicho debe multiplicarse por dos en el caso de que el libro le haya gustado mucho a uno, y por tres, en el caso de que, además, el libro resulte ser todo un clásico literario, como corresponde a la cinta que hoy nos ocupa. A pesar de ello, en estos casos, siempre procuro analizar las películas de forma independiente, intentando no compararlas con sus originales, por aquello de tratarse de géneros totalmente distintos, incluso en casos en los que, como ocurre con esta nueva adaptación de El retrato de Dorian Gray, se deba hacer todo un auténtico tour de force, debido a las numerosas licencias creativas que se toman los responsables de la película.
Entiéndanme, puedo llegar a entender que la película no se recree en los jardines de la casa del protagonista, como si se hace en el libro (de hecho, ni siquiera aparecen en la película), pero lo que verdaderamente me cuesta de entender es que se alargue, de forma un tanto extraña, su recta final o que se haya optado por incorporar nuevos personajes con un peso más que relevante dentro de la trama, que ni siquiera aparecían en la novela.
La película empieza con la llegada a Londres de Dorian Gray, un joven con una pinta de pardillo que dan ganas de correrlo a collejas desde el andén de la estación hasta su propia casa. Su huraño abuelo ha fallecido y el muchacho regresa a la capital para tomar posesión de todos sus bienes recientemente heredados. Su nueva posición social le permitirá asistir a las fiestas de la alta sociedad de la época, donde rápidamente entablará amistad con Harry, un vividor adicto a los variados placeres de la vida que, poco a poco, irá introduciendo al apuesto Dorian en su mundo de vicios y depravación.
Si duda Harry es un tipo que sabe vivir la vida al límite, no obstante, lógicamente, es incapaz de detener el inexorable paso del tiempo, algo que sí conseguirá Dorian Gray, a quien se le concederá su deseo logrando permanecer joven y bello para siempre, a la vez que irá profundizando cada vez más en el oscuro mundo de Harry. Dorian no envejece, pero si lo hará un retrato suyo pintado por su otro gran amigo, Basilio Hallward, a quien no le gustará la nueva forma de comportarse de su compañero. A medida que el alma de Dorian vaya corrompiéndose cada vez más, su retrato irá cambiando convirtiendo lo que en su momento fuera belleza, en una decrepitud monstruosa.
Nueva adaptación para la gran pantalla de la popular novela de Oscar Wilde, en esta ocasión con Oliver Parker detrás de las cámaras, quien, anteriormente, ya había adaptado en un par de ocasiones al autor, con las comedias Un marido ideal (1999) y La importancia de llamarse Ernesto (2002). Para los personajes principales, Parker, ha contado con el joven Ben Barnes (Las crónicas de Narnia: El príncipe Caspian), que interpreta a un Dorian que gana en credibilidad a medida que avanza la película y se le va corrompiendo el alma; Colin Firth (Un hombre soltero), como Harry, demostrando, una vez más, su solvencia como actor y convirtiéndose, con cierta facilidad, en el mejor de la película; Rebecca Hall (Vicky Cristina Barcelona) como uno de los amores de Dorian, metido con un más que enorme calzador dentro de la trama; y Ben Chaplin (Oscura seducción), como el autor del retrato maldito y amigo del protagonista.
Lo cierto es que la película empieza mejor de lo que me esperaba. La ambientación del Londres de la época es correcta y la dirección de Oliver Parker convierte la ciudad en un lugar sombrío y lleno de pecados. La película, no obstante, avanza bastante a medio gas en su mayor parte de metraje, sin resultar nada del otro mundo, aunque pueda resultar medianamente pasable (evidentemente nada que ver con la gran obra de alcance mundial que es el libro). Hacia el final, lamentablemente, la película termina por írsele de las manos al director, añadiendo subtramas que no vienen a cuento de nada, que hacen mayor daño que bien a la historia y llegando a un clímax final que provoca cierta vergüenza en el espectador, concluyendo el espectáculo con una resolución mal planteada y peor resuelta. Al final uno termina con la sensación de que es una lástima que se hayan cargado la película por un cúmulo de malas decisiones que pesan en exceso en contra del film.
Resumiendo: Pasable, tirando a mediocre, adaptación de un brutal clásico literario, con una recta final francamente mala que termina dejando un amargo gusto en la boca del espectador.

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