En líneas generales, la adaptación del director Oliver Parker sigue el esquema básico de la novela, introduciendo la crítica a la sociedad del momento presente en el original (que también puede aplicarse a nuestros días). Sin embargo, no son pocas las discrepancias de la nueva versión, sobre todo en el tramo final, que pierden gran parte del encanto y sutileza de la novela para mostrar en lugar de sugerir; tal vez intentando resultar más acorde a las demandas de los espectadores. Esto, sumado a ciertos efectos de terror facilones, hacen que la película no termine de funcionar como tal y resulte tediosa, sobre todo las escenas que reflejan la decadencia moral del protagonista de forma explícita.
El reparto es en su totalidad británico y está encabezado por Ben Barnes (más conocido como el Príncipe Caspian de Las Crónicas de Narnia), que si bien cumple con un papel tan complejo como el de Dorian, no es que destaque especialmente. Sí lo hace Colin Firth como Lord Henry Wotton, encarnación del cinismo y cuyas ingeniosas enseñanzas siguen vigentes en la actualidad; y tal vez del resto de secundarios merezca la pena mencionar a Ben Chaplin como Basil Hallward o la breve intervención de Rebecca Hall.
En resumen, una adaptación innecesaria que poco aporta (tal vez la cuidada ambientación) y que se pierde con ciertas licencias y efectismos, lo cual hace más recomendable acercarse a las versiones anteriores de esta historia única o mejor aún, a la novela original.