La primera intervención pública de Rubalcaba como seguro candidato del PSOE para las próximas primarias ha tenido lugar ante sus compañeros de partido, pero bajo la atenta mirada de los medios, muy pendientes del tono y la dirección de sus palabras, ya que todo gesto o discurso desde hoy se leerá en clave electoral. Los ciudadanos, cansados aún por los últimos comicios y aún con el eco de indignación y demandas que inundan las calles y redes sociales, resoplamos temiendo que de aquí a marzo tendremos que aguantar más raciones de promesas, giros de guión y exabruptos cruzados. Esperemos que nuestros representantes políticos intuyan la saturación de la ciudadanía y centren su estrategia de comunicación en la concreción y la transparencia.
El discurso de Rubalcaba estuvo presidido por un tono optimista, casi se podría decir que juvenil, con constantes gestos de complicidad hacia sus compañeros -chiste de Groucho Marx incluido- y una puesta en escena ágil y desenfadada, explícita incluso en el detalle de evitar la corbata reglamentaria. Comenzó dando las gracias a los suyos por su apoyo y confianza, pero sin dejar de remarcar que el objetivo esencial durante estos meses será recuperar la confianza de los ciudadanos. En palabras del Ministro del Interior, dar razones a la gente para volver. Es comprensible que la imagen que quiera transmitir Rubalcaba de aquí hasta dentro de diez meses sea la de frescura, sin perder por ello la seriedad y la determinación que siempre ha protagonizado su talante profesional. Transmitir primero ganas y entusiasmo hacia su partido, y después a la ciudadanía, especialmente a los votantes de izquierda que perdieron su confianza y que tendrán que ser convencidos de que la dirección tomada por Zapatero en materia económica era la correcta y empieza a dar sus frutos.
De hecho, pese a hablar en su discurso de pretender embarcarse en un "proyecto nuevo", Rubalcaba no da la sensación que vaya a poner nuevas cartas sobre la mesa. Más bien sigue la misma línea de interpretación de la debacle electoral que el presidente Zapatero: la crisis se ha cebado con el partido y no hemos sabido o no hemos podido transmitir la confianza necesaria como para convencer a los españoles de que, pese a los esfuerzos y sacrificios, saldremos de esta. Esta continuidad de discurso era previsible; reconocer errores o corregir políticas sociales o económicas en pocos meses daría más sensación de improvisación que de estabilidad y buen criterio.
Es de esperar que la campaña previa a las primarias siga el mismo tono y argumentación que durante las autonómicas y municipales. La oposición intentará seguir debilitando la imagen del gobierno, convenciéndonos de que solo se trata de un mal epílogo que desgasta y debilita al país, mientras que el ejecutivo se centrará en la ética de la confianza como plato fuerte, intentando que las cifras y los datos se pongan de su lado y haciendo una política más a pie de calle. Por esta razón, Rubalcaba ha insistido tanto en su discurso en la necesidad de hacer llegar esa confianza a los bares, a las plazas. En este tono de intenciones de seguro habrán tenido algo que ver las movilizaciones de la ciudadanía en numerosas ciudades de España. Si la tónica general es la desconfianza y la indignación, es presumible que la estrategia deba centrarse en mitigar estas emociones colectivas, dar razones suficientes al electorado descontento o abstencionista para virar su voto hacia la izquierda.
El PSOE necesita un discurso positivo, que hable de su proyecto y sus acciones reales y no de las excrecencias de la oposición. Rubalcaba ha insistido en esta voluntad de optimismo y esfuerzo colectivo para salir adelante, obviando al moscardón del pesimismo. Intenta por todos los medios convencernos de que lo que hasta ahora se ha hecho iba por buen camino, pese a los resultados obtenidos. La política es una carrera de fondo, requiere paciencia y prudencia, viene a decirnos. Esta es la estrategia socialista, una vía difícil, ya que va a requerir de hechos irrefutables que alienten la esperanza y un trabajo de acercamiento al electorado muy delicado y continuado. Convencer a la ciudadanía de que en tiempos difíciles merece la pena confiar en un líder que nos saque del hoyo y no ceder a las difusas promesas de un cambio de dirigentes y de política económica se dibuja como una tarea titánica de la que solo sabremos su desenlace el día después de las primarias. La suerte no está echada.
Ramón Besonías Román