Anoche, cuando me iba a la cama, una de las cuentas internacionales que sigo alertó de que la organización terrorista ISIS había difundido un vídeo en el que se decapitaba a un periodista estadounidense. El brutal asesinato de James Foley se propagó por la red a una velocidad estrepitosa, y fueron muchas las voces que se alzaron para pedir, por respeto a su familia, que no se difundieran ni el vídeo ni los pantallazos sacados de él, sino que, para honrar la memoria del fotoperiodista, que llevaba secuestrado en Siria desde 2012, se difundieran fotos suyas trabajando.
Siria es el país más peligroso para ejercer el Periodismo, según el CPJ (Comité para la Protección de Periodistas), seguido de Iraq y Egipto. Al conocer la noticia de la muerte de James Foley, se me vino a la cabeza la que nos llegaba en diciembre sobre dos periodistas de los nuestros, Javier Espinosa y Ricardo García Vilanova, quienes también estuvieron secuestrados en Siria, al igual que el catalán Marc Marginedas y que, afortunadamente, gozaron de más suerte que Foley y volvieron a casa.
No puedo evitar que la muerte de un periodista que está ejerciendo su trabajo me repugne. Y aunque, es cierto, cubrir un conflicto atañe unos riesgos, 9 de cada 10 periodistas asesinados en 2013 eran locales de cada país y cubrían casos de política, corrupción y guerra. Foley era estadounidense y cubría con su cámara el conflicto en Siria cuando fue secuestrado en 2012.Seguramente, como a todos los que arriesgan su vida para ser nuestros ojos en un territorio tan hostil, no le movía la fama o la gloria que pudiera alcanzar alguna de sus fotografías, seguramente sopesó el riesgo que corría al estar ahí. Pero no por ello su muerte nos debe indignar menos. Porque no se mata la verdad matando periodistas. Y al final, tras las personas, siempre deben quedar los valores.
En esta infografía, recojo algunos de los datos del CPJ que podéis leer completos AQUÍ y AQUÍ. Los informes no hablan sólo sobre los países más peligrosos y los periodistas muertos mientras ejercían su labor, sino también de la impunidad que en muchos países gozan los asesinos.
Los periodistas, a menudo, son utilizados, al igual que la población civil, como moneda de cambio, arma de guerra y herramienta de presión de los bandos que participan en un coflicto. Y esto tiene que parar de una vez, calládonos no se consigue nada.