Hoy, de cara al buen tiempo, he estado poniendo a punto “El rincón de Majelola”. Se trata de un espacio rescatado de la maleza en un extremo del jardín. Paco lo acondicionó para mí, y yo lo bauticé así, con mi alias de internauta.
Aquí desayuno a menudo, y escribo a mano los primeros borradores de mis obras. En este espacio abierto penetra la luz de la mañanas soleadas, filtrada por las cortinas, envolviéndome en un refugio de claridad y tibieza, en una mezcolanza de gorjeos de pájaros que no alcanzo a distinguir. Los gatos acuden en busca de carantoñas y se acomodan luego entre los cojines para dormitar. Las ramas del joven almendro, se mecen agradecidas, plácidamente, y escucho el canto de las ranas que han colonizado las fuentes y estanques de nuestro vecino Miguel.
A la hora de la siesta, si no hace demasiado calor, me gusta leer aquí con las cortinas echadas, y a veces me traigo el ordenador portátil y escribo alguna entrada para La Casa de las Mil Voces.
Frente a mi pequeño refugio, donde trabajo y sueño, y doy a luz seres que después acompañarán mi vivir, crece el huerto de aromáticas: pequeño y rectangular, con fresas y rúcula, salvia y tomillo, hierbaluisa, cebollinos, mentas, orégano, laurel... a veces estevia, algún tomate, perejil siempre, y en temporada, fragante albahaca.
Salido también de las manos de Paco, un soldado misterioso custodia la entrada del refugio majelólico, guardando las rutas de la inspiración, protegiendo amores del alma y palabras dichas en silencio, ciego al hechizo engañoso y despierto a mundos insondables.
Y una cita de Confucio presidiendo el espacio creativo, como una advertencia precisa: "Si hablas, que tus palabras sean mejores que el silencio".
Mariaje López