En las fotografías de Palencia a finales del siglo XIX podemos observar los mil usos dados al río Carrión, río íntegramente palentino que nace y muere en nuestra provincia, y la recorre de norte a sur. En el río Carrión a su paso por la capital se podía encontrar a un ejército de lavanderas, que lavaban ropa en sus orillas, y la extendían en su hierba, creando un manto blanco, y tendederos de árbol a árbol, en el que se secaban sus sábanas y ropajes. En el Carrión tenían lugar baños masivos, navegaban barcas de pesca, y en sus orillas bebían los animales. El río era también productor de energía en los pequeños saltos de agua para abastecer a las numerosas fábricas de mantas. Se temían sus grandes riadas, que anegaban los campos y el barrio de Allende el Río, y daban la sensación de que iban a arrastrar al viejo puente de nombre Las Puentecillas. Las riadas las disfrutaban sin embargo quienes no tenían nada que perder. Cuando el río estaba tranquilo, sus aguas limpias servían de espejo a la Torre de San Miguel, quien contemplaba altiva y las hileras de afanadas lavanderas.
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