El ritmo del bebé

Por Celia Garabaya @britishbubbles

En este mundo todo tiene que ser medible. Desde las cantidades, a la velocidad con la que hacemos algo. Y hoy precisamente vamos a hablar sobre la forma de medir los desarrollos de los bebés y los niños. Nos comparamos los unos con los otros. Y tratamos de entender que es lo mejor. Y como si de una competición se tratara, intentamos que nuestros hijos corran más que los demás. Por que en un mundo tan competitivo, solemos dar más importancia a lo que se puede medir. Que a otras cosas o cualidades. Intentaremos que veas el crecimiento y desarrollo de los niños desde otro punto de vista. Ya que nuestra forma de comportarnos con nuestros niños, es crucial sobre todo en los primeros 5 años de vida.

¿Qué es el ritmo?

Lo hemos escuchado una y otra vez. Aunque la primera acepción que se nos viene a la cabeza. Es la relacionada con el baile y la música. La capacidad para movernos o seguir la música. Aunque es algo muy importante en todos los niños, hoy estamos hablando de otro tipo de ritmo.

Es el movimiento que se puede controlar y medir. Que se genera por la sucesión de elementos. Esto lo aplicamos a las artes. Aunque también lo podemos aplicar en los pasos y la sucesión de elementos (procesos) que se producen en los primeros años de los bebés y los niños.

Así podemos decir si el bebés está creciendo y desarrollándose a un ritmo que es el más común entre los niños, o sin embargo, más por detrás o por delante de estos pasos que deberá seguir para conseguir las metas.

Es cierto que debemos diferenciar entre diferentes ritmos. Así por ejemplo, podemos decir que un niño ha empezado a hablar muy pronto (un ritmo muy rápido) y sin embargo ha empezado a andar muy tarde (ritmo muy lento). Lo que implica que debemos fijarnos en diferentes factores antes de hacer un juicio de valor, sobre los desarrollos de los niños.

¿Cuál es la evolución perfecta en los niños?

Según acabamos de decir. Es complicado analizar todos los puntos o tareas que debemos trabajar con los niños. De una forma independiente y a la vez relacionada. Para poder marcar los ritmos generales de los niños. Por ello, normalmente dividimos los ritmos en diferentes áreas.

  • Control del cuerpo.
  • Conocimiento general.
  • Lenguaje.

Son las partes clave. Aunque desde luego no son las únicas. Y de hecho, como veremos después, no creo que deban tratarse como habilidades más importantes unas que otras.

Mi hijo es el más listo y espabilado.

A todos nos gusta hablar de nuestros niños. Es curioso, cuando te haces padre, parece que el orgullo viene en el paquete. La naturaleza, ha hecho, que los padres estén creados para proteger a sus niños. E intentar ayudarles. En los demás animales, vemos como los padres, ayudan a la cría a que se desarrolle para que pueda ser autosuficiente. Tanto para alimentarse como para protegerse. Nuestro cerebro, quiere más. Queremos que nuestros niños sean felices. Y estamos seguros que si nuestro niño es el más listo, el mejor deportista, el más bueno. Lo va a conseguir.

Por ello, desde que nace el niño, queremos que llegue a la siguiente fase, antes que los compañeros de su edad. Ya que supondría que iba ganando la carrera. Aunque nada más alejado de la realidad.

Los niños aun no saben de competencia. Simplemente van a su propio ritmo. Que en la mayoría de los casos lo marca la curiosidad. En función del grado de curiosidad que tenga, el niño se esforzará antes por llegar a un punto. Por preguntar más. Por entender las cosas que le rodean.

Quiero que empiece a andar ya.

Cada niño es totalmente diferente a los demás en una gran cantidad de cosas. Ningún ser humano es igual que otro. Siempre hay diferencias, incluso de padres a hijos. Y el ritmo de los niños, también es diferente de unos a otros. Lo que no quiere decir absolutamente nada.

En este mundo nos gusta cuantificarlo todo. Así cuando nuestro niño tiene 5 meses, empezaremos a preguntar a los otros padres. ¿A que edad empiezan a andar?. Queremos que de el gran paso. Y es cierto que hay estadísticas que nos indican cual es la edad media en la que empiezan a andar. Aunque no quiere decir que sea el mejor punto que hay para que un niño ande.

En relación a los ritmos y los desarrollos. Podemos encontrar dos corrientes totalmente opuestas. De las cuales aun no se ha demostrado nada. Con lo que dejamos a la opinión del lector. Las dos son muy validas, pero también muy relativas.

  1. Acelerar el proceso: Hay muchas formas de intentar acelerar el ritmo y provocar los desarrollos de los niños. Así por ejemplo para leer, empezar con 2 años con las fichas educativas. O pasarnos el día estimulando con ejercicios las piernas para que se suelte antes a andar. Hay gente que defiende que el cerebro del niño está preparado para aprender y asimilar toda esa información y más. Y cuanto más le estimulemos de bebé. Mejores resultados tendrá en la vida.
  2. Los procesos llevan su tiempo: La otra corriente es totalmente opuesta. Así nos dice que la naturaleza es muy sabia. Y que no debemos precipitar las cosas. Todo viene a su ritmo. Y si intentamos acelerar el proceso. Lo que vamos a conseguir es que el niño se sature, que sea una persona muy estirada en el futuro, retrasar el proceso.

Como es de costumbre. Yo me suelo situar en el centro. Creo que los niños deben seguir sus propios ritmos y desarrollos. Aunque no está mal, que les estimulemos un poco. Aunque siempre basándonos en la filosofía del juego. Lo importante es conocer como los niños aprenden jugando. Y buscar actividades que en verdad sean juegos para ellos. Pero, que estén aprendiendo o desarrollando sus habilidades personales.

Os puedo asegurar que nadie podría decirte en que mes empezó a andar un niño, solo con mirarle de mayor andando, ni de ninguna otra forma. Ya que no hay relación. Que empiecen más tarde, no implica que lo hagan peor. Tenemos muchos casos de grandes atletas, que han comenzado a andar muy tarde (según los estándares marcados)

Mi niño tiene un problema.

Es evidente que aunque los ritmos de los niños son muy variados. Nos encontramos que hay desarrollos que si que pueden tener un tope. Así por ejemplo, nos encontramos que si un niño ha hablado antes de los 8 años. Es muy probable que no hable nunca. Aunque en estos casos nos estamos refiriendo a extremos. Y siempre tendremos señales sobre problemas en el desarrollo evolutivo y la evolución que está teniendo nuestro niño.