Suena el despertador y no sabe en que momento se encuentra, en que ciudad, a que hora.
De reojo mira a unos números rojos que indican que son las 9 de la mañana.
La cara se vuelve achinada, el cuerpo tira para abajo.
Un suspiro y una patada a las sábanas (a veces más de una) y se queda desnudo encima de la cama, con el signo fisiológico común a los hombres en ese momento que ha quedado al descubierto al retirar la ropa.
Depende el día se hará uso de ello, lo normal es que no, la pereza es mayor que la lujuria. La única excepción es que el día antes se haya salido de fiesta y no se haya llegado a buen puerto en las pretensiones.
Salto poco acrobático y encajar los pies en las sandalias confiando en que lo izquierdo y lo derecho coincidan (por una vez)
Abre el cajón y coge el bóxer negro más cercano que adelgaza su ya fina figura de galán italiano de los 70.
Ducha rápida y lavado de dientes. Se intenta evitar el afeitado salvo por "causa mayor".
Desplazamiento a la cocina. Se hace una tostada mientras la Dolce Gusto convierte la cápsula en café bebible. Bien de azúcar y algo de leche entera de una marca que no sepa a agua.
Mantequilla y mermelada de fresa, melocotón o ciruela quedan extendidas uniformemente en el pan previamente tostado sin estar quemado (tirando a poco hecho).
Se corta la tostada en 3 filas iguales que facilitan ser agarradas a la hora de ser untadas.
Los utensilios usados se colocan en la lavadora con un orden más o menos lógico.
Es un ritual sencillo, casi automático. Es algo carente de importancia salvo cuando no puedes realizarlo.
Es el valorar las pequeñas cosas, los pequeños detalles... es el fiel reflejo de la forma de encarar la vida.
Es trivial hasta el mismo momento en que no se hace y es cuando se convierte en añorable,en necesario...al igual que puede convertirse mi presencia en tu mundo.