El románico andorrano

Por Mteresatrilla
Andorra es conocida como un destino invernal, donde los aficionados al esquí tienen kilómetros de pistas a su disposición. Sin embargo, a mí me cautiva en verano, cuando el color verde cubre el paisaje, la temperatura es agradable, se pueden realizar infinidad de excursiones y algunas visitas excepcionales.Durante los meses de julio y agosto se ofrecen una serie de visitas guiadas gratuitas a las iglesias románicas más significativas del patrimonio andorrano, un gran valor turístico para el pequeño Principado.


Aunque en varias ocasiones habíamos podido admirar las iglesias románicas repartidas por las distintas parroquias andorranas, nunca antes habíamos tenido la ocasión de conocer su interior en visita guiada. Aprovechamos por los pelos esa gran oportunidad ya que viajamos a Andorra el último fin de semana de agosto, una decisión improvisada para alejarnos de la intensa y última ola de calor del pasado verano.
Combinamos las visitas con una excursión a la montaña y tranquilos paseos.


Como introducción recomiendo empezar por el Centro de Interpretación del Románico que se encuentra en el pequeño pueblo de Pal. Un espléndido y muy bien realizado audiovisual de 15 minutos te transporta a la Edad Media, a la Andorra de los siglos XI y XII, cuando piedra a piedra se fueron levantando estas construcciones sencillas, sobrias y con poca ornamentación, aunque de gran belleza. No encontramos en Andorra grandes conjuntos arquitectónicos, sino edificios de pequeñas dimensiones que no tan sólo cumplían las funciones religiosas sino también civiles, ya que era en las iglesias donde se reunían los vecinos, donde se pagaban los impuestos o incluso, donde se hacía el mercado.La mayoría de estas iglesias seguían los patrones del románico, con un ábside semicircular orientado al este, en dirección a la salida del sol y a los lugares sagrados de Jerusalén, un pequeño presbiterio y una nave rectangular.   A lo largo de los años, muchas de ellas sufrieron modificaciones importantes, especialmente en el siglo XVII, cuando se descubren en Andorra las minas de hierro y se abren diferentes fraguas para su transformación, alcanzando un bienestar económico que desencadenó un aumento de población, motivo por el cual se tuvieron que ampliar algunas de ellas, como es el caso de Sant Martí de la Cortinada que prácticamente triplica su capacidad y se reorienta en dirección norte-sur.Las tres visitas guiadas que realizamos fueron la de Sant Cristòfol d’Anyós, Sant Climent de Pal y Sant Martí de la Cortinada.
Sant Cristòfol d’AnyósLa iglesia se encuentra en la parte más elevada de la población y es de propiedad privada, perteneciendo a una familia acomodada del Principado.Como la gran mayoría, a lo largo de su historia ha sufrido varias modificaciones y del edificio románico sólo queda el ábside semicircular y el muro de tramontana.

Los frescos románicos que se descubrieron en los años 30, fueron vendidos a un anticuario de Madrid y de aquí pasaron a manos de un coleccionista americano por lo que los que podemos ver son una reproducción de los originales.
El retablo del siglo XVI dedicado a su patrón, Sant Cristòfol, ha sido recientemente restaurado.El campanario no es de estilo lombardo como en la gran mayoría de las iglesias románicas andorranas, sino que se trata de un pequeño campanario de torre cubierto con un tejado de cuatro vertientes de madera y pizarra.


St Climent de PalSu bello campanario de tres pisos y ventanas geminadas, destaca sobre los tejados de pizarra de las casas del pequeño pueblo de Pal, completando una imagen de postal. El ábside actual de forma cuadrada es de los siglos XVII- XVII y substituyó al románico original. Se accede al interior a través de un porche, un buen lugar para tomar el fresco. No cuesta demasiado imaginar las tertulias de los vecinos en verano sentados en las repisas de este pequeño recinto. El interior es muy sencillo y destaca una talla de la Mare de Déu del Remei (Virgen de los Remedios) del siglo XIII y un retablo barroco dedicado al santo patrón, Sant Climent. 



La tercera iglesia que visitamos fue la de Sant Martí de la Cortinada, donde se conservan parte de los frescos originales del siglo XII, realizados por el llamado Maestro de la Cortinada.Cuando se empezaron a explotar las minas de hierro hubo un aumento importante de la población y la pequeña iglesia románica pronto se quedó pequeña. Se amplió por uno de los lados y se reorientó en dirección norte-sur pasando el ábside a ser una capilla lateral y quedando afortunadamente escondida su magnífica decoración pictórica. Digo afortunadamente, porque el románico que había quedado del todo abandonado durante siglos, recupera el interés a finales del siglo XVIII y XIX con el Romanticismo, cuando se echa la vista atrás en busca de raíces. Y fue entonces cuando una parte del patrimonio que había aguantado año tras año durante seis largos siglos, pasa a manos de coleccionistas, ladrones o museos.



Fue en el año 1968 durante unas obras de restauración, cuando volvieron a ver la luz aquellos seres reales y fantásticos que habían permanecido escondidos durante años bajo unas capas de cal.Por desgracia sólo han sobrevivido a los expolios y desamortizaciones los frescos que permanecieron escondidos, ya fuera detrás de retablos o porqué se encalaron las paredes. La guia nos hizo una excelente exposición y nos explicó detalladamente cada uno de los personajes que aparecen en las pinturas murales. Parece que el presupuesto para decorar la iglesia no debió ser bajo. Esto se puede intuir por la cantidad de tonos azules y verdes, ya que eran los más caros de obtener. Sin embargo, en Andorra no se utilizó el lapislázuli como en otras partes de Europa, sino la arenita, otra piedra semi preciosa.   La interpretación de los frescos se hace pensando en la función que tenían en la Edad Media las pinturas de las iglesias, la de adoctrinar a la población a través de las imágenes para hacerles entender la diferencia entre el bien y el mal. Así pues, a mano derecha, la mano “buena”, se encuentran una serie de personajes religiosos y santos simbolizando el bien: San Martín, el patrón, que se encuentra primero como noble y militar repartiendo el sustento entre los más necesitados y posterirmente ya representado como alto clergado. También se puede ver a su sucesor Sant Brici (Sanct Bricius), a Sant Arnau (Sanct Arnalsu) y a otro personaje que sostiene un cáliz.

A mano izquierda están representados los malos: Destaca la figura de un animal fantástico, una especie de lobo con lengua de reptil trífida. El arquero que mató a San Sebastián, un alto clergado que no cumplió las normas de la iglesia o gente considerada de mala vida como músicos, actores o bailarines.

A parte de los frescos, la iglesia tiene también otros elementos decorativos de gran interés, como cuatro retablos barrocos y especialmente un interesante conjunto de rejas de hierro forjado que protegen el altar mayor y las capillas laterales, separando las partes sagradas de la parte laica. Las rejas son del siglo XVII, construidas con el hierro local que enriqueció a la población andorrana.

Aunque no pudimos visitar su interior, nos acercamos hasta Sant Miquel d’Engolasters para disfrutar de las magníficas vistas sobre el valle.



Me encanta Andorra y me encanta la hermosa sencillez de las iglesias románicas. Nos quedó mucho por ver y si el próximo verano nada nos lo impide, continuaremos visitando el patrimonio del Principado esperando que el Patronato de Turismo de Andorra siga fiel a su buena iniciativa.