Anuncio de Lego en 1981
No me entiendan mal. Me encanta el rosa. Pero verlo en todas las prendas, juguetes, accesorios y productos varios que utiliza mi prima de 3 años da mucho asco y un poco de miedo. Cuando yo era pequeña ya vivía en un reino de princesas Disney, bien separadas de los Micromachines y Action Man, pero a nadie se le hubiera ocurrido maquillarme o pintarme las uñas antes de levantar dos palmos del suelo. Y no es una sensación personal. El princesismo nos ha invadido hasta el punto de que corremos el riesgo de volver a ser unas sumisas amas de casa.
En 1984, el 37% de los matriculados en las carreras de ciencias eran mujeres. Hoy apenas llegan al 12%, según un estudio de Girls Who Code. No hay nada de malo en irse a letras, pero cuantas más princesas creemos, menos mujeres explorarán el mundo de la ciencia, reservado en el terreno infantil a los chicos. ¿O cuántas Barbies utilizan microscopios?
Un buen ejemplo de la regresión en la infancia es la danesa Lego. El anuncio que acompaña este artículo es de 1981. La modelo Rachel Giordano muestra su gran creación y el eslogan proclama: “Los kit universales de construcción Lego ayudarán a tus niños a descubrir algo muy, muy especial: a sí mismos”. Sean niños o niñas. Pero a golpe de 2011 decidió lanzar la línea Lego Friends, dedicada a las niñas. Y cuál es nuestra sorpresa al descubrir que se trata de un mundo rosa y morado, con caravanas de helado y cabañas en la montaña. Pero nada de construcción. ¡Y nada de hombres!
No hace falta ser científica para darse cuenta de la diferencia. De hecho, una niña de siete años fue la primera en dar la voz de alarma: Charlotte Benjamin, de 7 años, escribió a Lego para pedir que hubiera más mujeres profesionales que vivieran tantas aventuras como los hombres. “Todo lo que las muñecas hacen es sentarse en casa, ir a la playa o de compras, y no tienen empleos, pero los chicos sí pueden ir de aventura, trabajan, salvan personas y tienen empleos, incluso nadan con tiburones”, redactó.
Para limpiar su imagen, Lego lanzó en agosto un juego de tres mujeres científicas. Pero ahora está a punto de retirarlo, porque claro, las mujeres en la ciencia somos limited edition. Pasada la polémica, podemos volver a sentarnos en el porche con nuestras amigas a discutir trucos de belleza mientras preparamos limonada.
Afortunadamente, todavía podemos salirnos del circuito rosa y educar a las niñas en un mundo multicolor. PinkStinks es una de las organizaciones que se dedica a señalar qué productos estereotipan y limitan los roles de las niñas en el Reino Unido. “Creemos que los niños y niñas están influenciados por la “rosificación””. Quieren darle la vuelta promoviendo otros roles: “celebramos el hecho de que existe más de una manera de ser niña”.
No se trata de matar a las princesas. Que cada una elija lo que quiere ser. Pero si no queremos ser princesas, que nos dejen ser lo que queramos. Nathalie Molina, de Entrepeneurs Athena, declaraba en CNN que los estudios muestran que las niñas pierden confianza en sí mismas en la adolescencia, por lo que habría que atraerlas “antes de ese momento”. ¿Qué mejor manera que con los juguetes?
Half the Sky Movement es una de esas plataformas que quiere cambiar la opresión a las mujeres y niñas por oportunidades de empoderamiento. Y lo hace a través de juegos, además de vídeos, webs y blogs. Su objetivo es proponer pasos concretos y para ello han creado tres juegos. Uno de ellos, 9 Minutes, busca que niños y niños aprendan sobre el embarazo manteniendo a la madre sana y feliz.
Hay miles de iniciativas para educar en igualdad, sólo hay que salir, en un par de pasos, del circuito cerrado cenicientil. ¡Ah! Y en la ropa también. Sewing Circus, por ejemplo, propone vestir a las niñas con otros colores y motivos (desde planetas hasta animales) para que lleguen más allá del tocador donde esperan el rimmel y el pintalabios.
Tal vez éste no les parece un tema de periodismo internacional. Miren entonces la foto de cualquier cumbre europea, cualquier gobierno de cualquier país o del G20. Y vuelvan a leer.