Revista Opinión

El ruido y la furia: la primera batalla europea en Holanda

Publicado el 13 marzo 2017 por Polikracia @polikracia

A dos días del primer envite electoral europeo de alta relevancia, los Países Bajos ven agotar los últimos cartuchos de campaña a sus candidatos. El rechazo del gobierno holandés a dejar que se realicen actos por parte de ministros turcos en favor del referéndum que vivirá el país otomano el próximo abril ha llevado a las críticas de Erdogan, que los ha tildado de “República Bananera” y “Nazis”, y ha sido aprovechado tanto por Rutte como por Wilders como una muestra de fuerza antes de las elecciones. El “inventor del Trumpismo” (como lo denominó Político) necesita combustible para su locomotora, que parece haberse gripado en las últimas semanas.

El ruido y la furia: la primera batalla europea en Holanda

Peilingwijzer es un agregador de encuestas, creado por el profesor Tom Louwerse, que captura las tendencias electorales. Durante los últimos días, el PVV de Wilders se ha visto desbancado de un primer puesto que llevaba ocupando desde septiembre de 2015, y el resultado puede ser peor aún que el previsto, habida cuenta de que suele ir mejor en las encuestas que enfrentado a las urnas. Sin embargo, tras el aciago 2016, ¿alguien se atrevería a descartar la hipótesis de su victoria? Sea como fuere, y aún venciendo las elecciones, el resto de partidos parecen más que dispuestos a establecer un cordón sanitario en torno a Wilders, privándole de la posibilidad de formar parte del gobierno.

Estas elecciones holandesas representan un nuevo clavo en la tumba del consocionalismo que una vez predicó Lijphart, pasando a una política del “enfrentamiento“. Durante la consolidación de su sistema político, los Países Bajos se estructuraron en torno a los llamados “pilares”, que representaban cleavages dentro de la sociedad (catolicismo/protestantismo-liberales/conservadores), y que servian para garantizar la estabilidad de un sistema que, tras la entrada en vigor del sufragio universal y un sistema proporcional (ideado para proteger a los liberales), se basaba en las coaliciones perennes entre diversos partidos. Hoy, los Países Bajos se enfrentan a una posibilidad de un gobierno a 5 para alcanzar los 76 diputados necesarios para conformar el Ejecutivo.

Esta gran coalición, al estilo de la Suédoise belga al sur, viene dada por el declive de los tres partidos que estructuraron el sistema holandés hasta, aproximadamente, los años 90. Cristiano-demócratas, laboristas y liberales sumarían, en el mejor de los escenarios proyectados por Peilingwijzer, 60 escaños de los 150 de la Tweede Kamer, un 40%, cifra alejadísima de la que llegaron a sumar hace unos 30 años, como demuestra este gráfico del Financial Times:

El ruido y la furia: la primera batalla europea en Holanda

Los más afectados, sin embargo, son los laboristas. Y es que siguiendo las proyecciones perderían hasta 27 de los 38 asientos que ocupan desde las elecciones de 2012. El gobierno de coalición con los liberales de Mark Rutte, el más echado a la derecha de los tres partidos principales en los Países Bajos, ha ido dañando las expectativas del partido de centro-izquierda, cuya presencia en un futuro Ejecutivo es más que discutible, habida cuenta de los resultados de esta última asociación. Los principales beneficiarios serían el Partido Socialista, que ocuparía su espacio a la izquierda en la oposición; los Verdes, que podrían cuadruplicar sus escaños, y D66, los socioliberales, que confían en acercarse a la veintena de asientos. Ninguno, sin embargo, se fía completamente de la caída de un Partido Laborista que se ha mostrado resiliente cuando llega el momento de las elecciones.

El nuevo escenario, con varios partidos rondando la veintena de asientos, los liberales del actual Primer Ministro liderando sin mayoría clara y su tradicional rival desplomado en los sondeos, viene propiciado por el ascenso del partido de Geert Wilders. Habiendo obtenido 24 escaños en 2010, y apoyando un gobierno de liberales y Cristiano-demócratas, el líder del PVV vio su fuerza caer hasta los 15 en 2012, pero aún subiendo menos de lo proyectado hace un año, sus posibles 20 asientos pueden ser más decisivos como fuerza de veto en distintas coaliciones que los 24 de hace 7 años. Wilder es el rostro de estas elecciones, como esperanza para sus partidarios de la derecha nacionalista y euroescéptica y como símbolo del posible horror al que se enfrenta la Europa de la democracia liberal y el cosmopolitismo para sus oponentes. Más allá de su resultado final, ya ha influenciado la campaña con sus proclamas contra los musulmanes, forzando al resto de partidos a realinear sus discursos para hacerle frente (Rutte fue acusado de “copiarle” en una polémica carta sobre la inmigración a principios de año).

Wilders ha sabido cabalgar la ola de descontento causada por la crisis y la inmigración para irse abriendo un hueco en el mercado electoral holandés. En 2011, Vossen reconocía las dificultades para clasificarlo en una familia política, definiéndolo como un hombre que solo buscaba el poder, y que había oscilado desde el liberalismo conservador, influenciado por el “identitarismo” de Frits Bolkenstein, hasta una postura de nacionalismo holandés, defensor de un ethos occidental y contrario al islam y al multiculturalismo, reivindicando Occidente y sus derechos como herederos de la Ilustración y opuestos a este totalitarismo procedente del Este. Sin embargo, y desde entonces, Wilders se ha ido asociando más a otras formaciones con las que antaño no compartía mesa, como el Frente Nacional en Francia o AfD en Alemania.

Su éxito no ha sido un caso aislado en la historia reciente holandesa. Primero fue Hans Jamaat, y posteriormente Pim Fortuyn, cuyo impacto ha sido decisivo a la hora de construir el actual marco de debate de los Países Bajos. Asesinado en 2002, poco antes de las elecciones de aquel año donde su partidó sumo 26 escaños, dejó un legado de cuestionamiento del multiculturalismo y de la tolerancia religiosa en Occiente. El posterior asesinato de Theo van Gogh plantó las semillas para la llegada de Wilders, que continuó su viraje a la derecha tras estas dos muertes.

Una campaña donde el discurso de Wilders ha sido capaz de “contaminar” al de otras fuerzas políticas, un parlamento muy fragmentado en cuanto a apoyos (incluso para los estándares holandeses), el desplome de uno de los tres grandes partidos y las dificultades para formar gobierno. El próximo 15 de marzo, Europa mirará hacia los Países Bajos para saber si la tendencia de 2016 se mantiene o si las fuerzas más eurófilas y pro-sociedades abiertas se pueden apuntar un tanto. Eso sí, aún “derrotando” a Wilders, formar un gobierno con 5 o 6 fuerzas y pocos incentivos para ingresar en él puede convertirse en una tarea titánica. La pugna tiene visos de durar.

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