Vivir es como avanzar por un museo:
es luego cuando empiezas a entender lo que has visto.
(Audrey Hepburn)
Que aparezcas es como pasar de la parte más desinhibida de la fiesta al quinto zumbido de cabeza en plena resaca. Ni si quiera sacas la mano del bolsillo para tirar la piedra. La sitúas justo en mitad de un puntapié, y después soy yo la torpe que por no ir por la acera acaba besando el suelo tras el tropezón con ella.
Dos líneas… Dos putas líneas te bastan para que de repente a mí se me amontonen los platos sin fregar y un montón de cosas que decir. Dos frases que yo tengo que anestesiar, aguantar, aceptar e ignorar. Pero no. Te leo, resoplo, recito en arameo, me pongo por testigo, dejo el móvil cargando mientras me alejo del enchufe y después, cuando el eco con tu aroma me susurra que ya no se me nota, respiro hondo y te contesto.
Tus visitas me sacan a bailar, de mis casillas, de lo que sé y de lo que debería ser. Es como si llevando treinta años en la misma ciudad aun necesitase una guía para moverme sin olvidarme de cómo volver a casa.
Pasamos de leernos el libro de instrucciones que explica en negrita donde está el botón rojo ese de la bomba que algún día va a arrasar con los dos y no va a dejar nada más que a las vecinas al filo del socavón, entre nuestras ruinas, negando con la cabeza.
Te da igual, lo sé. Crees que aun te quedan balas en la recámara y que a mí me gusta cambiar de vajilla los bisiestos. Cuando nos vemos yo ya salgo con todas las promesas hechas de casa, y lo sabes. Es como si tuviese que librarte de la espada derribando la pared mientras tú aseguras sonriendo que puedes salir sin un rasguño porque no crees en dragones.
Sí, que nos mentimos y nos lo ponemos fácil también lo sabemos, aunque nos turnamos y sincronizamos para no admitirlo. Tu deporte favorito es pasarte de esa raya que yo no dejo de remarcar y que deberíamos haber borrado hace tiempo, pero no sé cómo se hace eso y a ti no te faltan tizas de colores en el bolsillo.
Somos dos tullidos de bandos contrarios intentando bailar en el cincuenta aniversario de la última batalla a la que sobrevivimos. Nunca fuimos enemigos aunque nos hicimos daño; no nos pedimos perdón, pero no vamos a olvidarnos; y con lo que podríamos quedarnos… no sabemos celebrarlo.
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