El primer amor, los ritos de paso y el mar definen El rumor del oleaje (1956), de Yukio Mishima (Tokio, 1925 – 1970), un pequeño clásico de la literatura japonesa del siglo XX. En la isla de Utajima, en el océano Pacífico, Shinji, un joven pescador, se enamora de Hatsue, la hija del acomodado señor Teru. La muchacha acaba de regresar a la isla y los rumores dicen que le espera un matrimonio con un chico bien posicionado, pero ella también se fija en Shinji. Esta novela es una aproximación (otra más) al amor entre dos personajes de clases diferentes, una aproximación a la prueba que tendrán que superar para estar juntos. Shinji, de madre viuda, pertenece a una familia humilde; él es un joven trabajador y honrado. Hatsue, por su parte, aunque llama la atención de los hombres por su belleza, tiene además valores nobles, no le importa bajar del pedestal en el que la tiene su padre para mezclarse con la gente sencilla. Hacen, en fin, una bonita pareja, solo que nadie se lo pondrá fácil para estar juntos.El autor, discípulo de Yasunari Kawabata, se aleja de su maestro en el planteamiento de esta novela. Mientras que Kawabata se caracteriza por la ambigüedad, la tensión erótica y el juego en títulos como Mil grullas (1952) o La casa de las bellas durmientes (1961), Mishima apuesta por una narración más «convencional», tanto en la forma (relato lineal) como en sus principios morales. Esta puede considerarse una historia «hermosa» en el sentido tradicional: posee la belleza del primer amor, la juventud de los amantes, la inocencia de ambos, cualidades como la bonhomía, la valentía o el respeto por los mayores. Como en la literatura decimonónica, se fundamenta en una concepción de la moral que ha quedado obsoleta (el hombre bueno que al final obtiene su recompensa, los obstáculos como retos del destino); aun así, es agradable leer una novela que invita a tener esperanza en unos tiempos en los que se ha perdido.Dicho de otro modo: Mishima no hace nada nuevo, ni lo pretende. Es previsible, pero lo que hace, lo hace bien: narrar un relato bello, que conmueve con toda su simplicidad, al igual que emociona el Primer amor(1860) de Iván Turguénev, o, por poner un referente más actual, las novelas de iniciación de Erri De Luca. Es posible que El rumor del oleaje sea, en parte, un guilty pleasure: la felicidad de reencontrarse con una vieja tradición, el encanto de las historias que se cuentan junto a la hoguera, aunque esta tenga el aroma del mar y sus habitantes, ese pueblo de pescadores apartado de la civilización urbana, donde el tiempo se rige por unas costumbres ancestrales. A propósito, el libro es interesante asimismo por el retrato de la isla, un microcosmos particular, y del rol de las mujeres buceadoras en su cultura; hay una cierta perspectiva de género en la reivindicación del papel de ellas en subsistencia de las familias (y una escena preciosa de Hatsue y la madre de Shinji).
Yukio Mishima
Por lo demás, la novela irradia sensualidad, ternura y lirismo. Pulcra y sutil, sin estridencias, con esa aparente liviandad de los autores nipones (que denota una capacidad extraordinaria para limitarse a lo esencial; son casi el polo opuesto a la tendencia al exceso de los narradores hispanos). Se presta atención a los personajes secundarios, como el rival de Shinji, un joven rico y engreído; o la chica que no se siente atractiva y sin querer actúa como contrapunto de Hatsue; también están los padres de los jóvenes y, por supuesto, el pescador que ejerce como mentor del protagonista. La simbología es clave (la «prueba» en el barco o la escena de las buceadoras); y se plantean conceptos como el honor, la herencia o el respeto por las jerarquías sociales. En suma, contrasta con lo que se suele escribir ahora (tanta violencia, tanta crítica social, tanto desconsuelo), se le puede reprochar la comodidad, la falta de riesgo; ahora bien, si se lee asumiendo lo que es, este reencuentro con la literatura primigenia (y con el mar, y con el primer amor, y con la limpieza de espíritu) proporciona un gran placer.