Es curioso que, siendo como soy muy norteña –los mejores veranos que recuerdo son esos de ponerse rebequita por la noche y dormir bajo una manta en Asturias- encuentre que una de las delicatesen de nuestra gastronomía sea esta sopa fría de verduras que, por cierto, era el único plato de nuestra gastronomía que gustaba y mucho a la reina Victoria Eugenia, esposa de Alfonso XIII. Yo entre una fabada de las que dan buena cuenta por las tierras de mis antepasados y el gazpacho me quedo con el segundo.
Además tiene la ventaja de que es muy fácil de preparar, vamos, que hasta los negados entre pucheros pueden hacerlo y les saldrá rico. Aunque es un plato con siglos de historia, su característico color rojizo no lo adquirió hasta que los españoles trajimos de América el tomate, en el XVI. Las recetas para prepararlo son variadas, pero ninguna sin tomate como base.
Estos días este suculento manjar ha ganado un punto a mis ojos. La semana pasada mi hija pequeña, que es una pésima comedora, ha accedido a probarlo y no le disgusta. Le va encontrando el puntito y eso con Daniela es todo un triunfo.
Disfrutad del verano. El mío ha empezado cargado de gazpacho. Para la playa, otro clásico estival, aún queda un poco.