El saiga (Saiga tartárica), bajo y cabezudo, tiene las patas finas como las del antílope y el tamaño de una cabra domestica. Los cuernos de los machos son anchos en forma de lira.
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El cuerpo del saiga es rechoncho, su cuello recio y la cabeza grande. Tiene, además, una característica muy especial: un curioso hocico, que más que feo, es diferente. Anchado en la parte superior, los agujeros de la nariz terminan por delante del labio y están dirigidos hacia delante, formando como una trompa, que el saiga mueve hacia los lados y sube o baja a voluntad.
Tiene los sentidos de la vista y el olfato muy desarrollados; su oído, sin embargo, es más bien pobre.
Su capacidad para mover las dos patas del mismo lado a la hora de andar (amblar), les dota de un balanceo característico semejante al paso de un camello. Los saigas solo galopan cuando se ven en peligro; si no, caminan "amblando" y evitando obstáculos que les hagan cambiar el paso.