«Madre nuestra que estás en celo, sea santificado vuestro coño». Esas fueron las palabras de la discordia en la gala de la entrega de los premios Ciudad de Barcelona. La poetisa Dolors Miquel sorprendió al publico recitando el ‘Mare Nostra’, una adaptación del Padre Nuestro que reivindica el derecho de la mujer sobre su cuerpo, y que muestra la instantánea en un momento de su “performance”.
La verdad es que no entiendo bien como arte, menos áun como poesía, la transformación de una oración cristiana en algo tan irreverente e irrespetuoso. Defiendo, con la autora catalana, el derecho de la mujer sobre su cuerpo, y el del hombre, por supuesto, y muchos más derechos, y obligaciones naturalmente, pero personalmente, procuraría hacerlo con ese exquisito cuidado que ha de tenerse con las ideas y creencias ajenas. La doble vara de medir del progresismo militante, se pone de manifiesto cada día: Los escraches a Soraya son una manifestación de la libertad de expresión, pero si se realizan sobre sus conspicuos, constituyen un acoso y resultan ilegales; Zapata puede acumular judíos calcinados en el cenicero de su coche, pero una manifestación contraria al pensamiento políticamente correcto impuesto desde la izquierda, es automáticamente calificada de fascista por cualquiera de sus componentes. El insulto a los católicos es fácil y no resulta peligroso; las gracias con el Islam pueden resultar perjudiciales para la integridad física, y pese al carácter más rígido de las normas musulmanas, nuestros progresistas pasan de puntillas sobre todo lo que rodea este fenómeno, al que han dado en llamar “multiculturalidad”. Hoy aprendemos otro concepto: Arte, poesía, es santificar el coño de nuestra madre, y si no, que se lo pregunten a la Sra. Miquel que debe estar absolutamente orgullosa de su creación y del valor necesario para defender ese carácter transgresor del artista independiente.