El sapo corredor (Epidalea calamita) es una especie que se distribuye por gran parte del continente europeo, desde la Península Ibérica hasta el sur de Suecia en el norte y hasta Bielorrusia y Ucrania en el este. En el caso particular de la Península aparece en prácticamente toda su extensión, pero curiosamente en la cornisa cantábrica es una especie escasa y muy localizada.
Después de muchos años recorriendo charcas y humedales, sólo he encontrado a esta especie en unos pocos sitios de Asturies y en algunas charcas alpinas de la cordillera cantábrica. Hace un par de años, la Sociedad de Ciencias Aranzadi organizó unas jornadas monográficas sobre esta especie, al que acudieron los más relevantes expertos mundiales en esta especie. La conclusión fue que las poblaciones costeras de Euskadi (al igual de lo que ocurre en la mayoría de las poblaciones cantábricas), se encontraban en grave peligro, al igual que ocurría con la mayoría de las poblaciones del norte de Europa.
Personalmente, el sapo corredor es una de las especies de anfibios que más me gustan, no sólo por su aspecto, sino por su particular forma de moverse, ya que como su nombre común indica, no saltan, sino que corren como ratones.
Estos días están muy ocupados con la reproducción y se les puede oir cantar, con un cri cri, parecido al de un grillo aunque más largo. También se pueden encontrar los cordones de huevos dispersos por algunas charcas. Estos cordones se diferencian de los del sapo común porque los huevos se disponen a lo largo del cordón en hileras dobles, mientras que los de sapo común aparecen en hileras triples o cuádruples. Su desarrollo será muy rápido, y en unas pocas semanas ya habrán crecido lo suficiente para metamorfosear.
En ese momento, las charcas temporales se llenará de diminutos sapitos en miniatura, de apenas 1 cm de longitud, que haciendo honor a su nombre corretearán sobre el barro húmedo en busca de mosquitos y otros insectos.
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