El secretario

Publicado el 05 febrero 2012 por Alejandropumarino

Me alegro por D. Alfredo de su victoria frente a la Sra. Chacón, y me alegro porque desde este espacio, siempre se defendió que el cántabro no mereció nunca la envenenada herencia del leonés errante, que marcará una impronta en la historia de nuestro país, pero todavía más profunda, habrá de dejarla en el seno de su propio partido. A Dª Carmen le sobran cosas y le faltan maneras, se conoce que el Sr. Barroso no tuvo tiempo de pulir debidamente su manufactura y le quedó poco hecha; no pasa nada porque todo el mundo tendrá su tiempo. También me alegro de la victoria de D. Alfredo, porque en caso contrario, regresaríamos a un peligroso zapaterismo, continuidad que resultaría inocua mientras el PSOE navegase en la oposición, pero peligrosísima si dirigiese el país. Dª Carmen sufre la enfermedad de su juventud, única patología que se cura con el paso de los años, y habló de un revanchismo difícilmente digerible cuando se refirió a lo que habíamos aguantado todos por culpa de la Iglesia durante los últimos treinta años. Rubalcaba, más breado en las lides políticas, fue sibilino diciendo que se revisaría el concierto con la Santa Sede, algo que tampoco está del todo mal, pues desde el respeto a todas las confesiones, uno también es partidario de que la fe se la pague cada uno de su propio bolsillo, aunque se trate de otro tema para comentar largo y tendido.

Para terminar, me sorprende el ejercicio de democracia del PSOE. Quienes eligen son los delegados, no las bases. Éstas deciden quienes son sus representantes, quienes resultan finalmente los electores directos del secretario general. El sistema me recuerda a la “democracia orgánica” de tiempos pretéritos, y a un sistema electoral curioso, utilizado en una famosa isla caribeña profundamente admirada por quienes se atemorizarían de pasar en ella una temporada en calidad de ciudadanos. El PSOE perdió unas elecciones generales con candidato único, nombrado a dedo por el leonés errante entre los bastiones del felipismo, y que le permitió disfrutar de vacaciones anticipadas, al precio de generar tensiones internas en el partido, que no hubiesen existido de otro modo. Celebró primarias en Madrid obligado por Gómez, que ahora se decantaba por la catalana, lo que son las cosas, pero uno no recuerda semejante ejercicio de democracia interna en Asturias, o en Galicia, sin ir más lejos, de modo y manera que sigue rigiendo la intriga palaciega en los asuntos internos de las diferentes formaciones políticas, haciendo buena la frase de Bueno referida a la democracia procedimental. Ese ejemplo deberíamos tomarlo en esta Asturias lejana, y mostrárselo a los políticos, no acudiendo a votar en las próximas autonómicas, como muestra de rechazo al desinterés de nuestros gobernantes por los asuntos relevantes de la región, mientras se preocupan más de la matemática personal que los aleja o acerca de los puestos preeminentes.