El secreto de Gaudlin Hall, de John Boyne

Publicado el 25 agosto 2014 por Covadonga Mendoza @Cova_Mendoza
T.O.: This House Is Haunted, 2013Editorial: Salamandra, 2014Traducción: Patricia Antón de Vez252 páginas17 €Ebook: 11,99 €
Argumento:
Tras quedarse huérfana, Eliza Caine abandona su trabajo como maestra para ser institutriz en Gaudlin Hall.
Comentario:
«El secreto de Gaudlin Hall» es una historia de terror de estilo y contenido clásico, un homenaje al género gótico y, también, a Dickens y su obra. De hecho, el escritor tiene una aparición estelar al comienzo de la novela, tanto en una frase inicial («Charles Dickens fue el culpable de la muerte de mi padre») más efectista que real, como en la lectura que hace ante la protagonista de su relato de fantasmas: «El guardavía».
Casi desde el principio empiezan a suceder cosas raras, de las que Eliza no es del todo consciente hasta que pasa cierto tiempo, mediante una lograda atmósfera inquietante y misteriosa que imita con destreza el género que se homenajea, aun sin extenderse en ambientar la obra con detalles que ayuden a situarla a finales del XIX más allá de la referencia a autores de la época, como el mencionado Dickens, Wilkie Collins, el «Hamlet» de Shakespeare (que utiliza para hablar con el reverendo Deacons sobre Dios, la biblia y los fantasmas) o la «Jane Eyre» de Charlotte Brontë (Las maestras no aprovechaban la menor oportunidad para azotar a las desafortunadas niñas a su cargo, o para obligarlas a deambular por el patio con una tablilla que rezara: «Cuidado, que muerde.» Y tampoco había ningún señor Brocklehurst en nuestra escuela. No, tratábamos a nuestras pupilas con amabilidad, y a cambio ellas mostraban respeto e interés en sus tareas. Al menos la mayor parte de las veces.), y varias menciones de la protagonista acerca de la situación de las mujeres.
Narrada en primera persona por Eliza Caine, ella es el personaje más complejo (ingenua, idealista, decidida), mientras que el resto se muestra a través de la percepción que la joven tiene de ellos, logrando que parezcan más o menos misteriosos, interesantes o atractivos, destacando la intensidad de Santina y la fragilidad de los niños, Isabelle y Eustace, quienes despiertan el instinto protector de su institutriz.
Este tipo de narración, permite hacer sugerencias e insinuaciones que se aclaran poco a poco, incluso del pasado de la protagonista, que habla de su interés romántico hacia Arthur Coven, un compañero profesor, historia frustrada cuyas causas se revelan poco a poco, logrando que la propia Eliza parezca sospechosa o, posteriormente, hacia Alfred Raisin, un hombre casado, abogado de la familia Westerley.
Curiosamente, no es hasta la mitad de la novela, cuando quienes la rodean, antes reticentes a la confidencia, comienzan a contestar las preguntas de Eliza, mediante el recurso de dar datos a medias, cada personaje un poco más que el anterior, para mantener la intriga y el interés por lo que sucedió, y sucede, en la mansión.
Dado que «El secreto de Gaudlin Hall» es una novela de estilo clásico, no es difícil averiguar antes que protagonista la mayoría de los secretos que se le ocultan, aunque la intriga, las revelaciones y los momentos de intensidad están tan bien distribuidos que el autor logra crear la adecuada atmósfera desasosegante y el interés por saber qué pasará a continuación, cómo se resolverán los diferentes misterios.
A destacar que, además de escribir una historia de fantasmas digna de los clásicos del género, el autor también aborda temas como los derechos de las mujeres (Eliza admira a conocidas que han logrado superar los límites sociales y fantasea con un futuro mejor), las consecuencias de los malos tratos en la infancia o el amor convertido en locura entre otros, dando lugar a una lectura más «compleja» de lo habitual que funciona en varios niveles.
Citas
El único cambio en tales circunstancias vino de la mano de Arthur Covan, profesor de nuestras niñas mayores, y con quien, como he mencionado, forjé una amistad especial. El señor Covan procedía de Harrow y necesitaba un año de experiencia docente para acceder a la universidad como profesor de Clásicas. Arthur me hacía reír (era un mimo estupendo) y me halagaba con sus atenciones. Era un joven apuesto, un año menor que yo, de cabello oscuro y sonrisa fácil. Para mi bochorno, me permití las más benévolas fantasías sobre cómo sería «salir juntos», aunque él nunca fomentara semejante ilusión. Ni siquiera cuando meses después todo quedó al descubierto, su nombre apareció en los periódicos y la gente pidió a gritos su cabeza, ni siquiera entonces fui capaz de condenarlo por completo, aunque, claro, nunca más volví a hablarle. Y luego él, por supuesto, se quitó la vida.
***
—¡Usted no está allí, padre! —exclamé exasperada—. Me despierto en Gaudlin Hall, paso en la casa la mayor parte del día, duermo allí por las noches. Y todo ese tiempo sólo hay una cosa que me da vueltas en la cabeza.—¿Y cuál es?—Que esa casa está embrujada.Soltó un gruñido de protesta y miró hacia otro lado; su rostro era un compendio de dolor y rabia.—Me niego a escuchar semejantes cosas.—Pues claro que se niega —le espeté, alejándome de él—. Porque es usted un estrecho de miras, como todos los de su condición.
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―Reseña de «El niño con el pijama de rayas»
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