Con el peculiar tono que se convirtiera en seña de identidad de la serie, y que ya se nos ha hecho tan familiar, este personaje deambula de nuevo por una ciudad que cada vez le resulta más ajena, una ciudad post-corrupta en la que sobreviven políticos más allá de la caspa y las comisiones del tres por ciento, transexuales que dejaron el cuerpo de la Guardia Civil, comisarios zumbones como el inefable Flores, hermanas que practican la prostitución casi por empecinamiento, porque la belleza huyó de ellas cuando eran bien pequeñas, e incluso círculos de grandes hombres, oligarcas catalanes de pura cepa, que hacían de los secretos económicos y los consejos de administración en la sombra la mayor de las mafias.
Todo prometía, la verdad, incluso la extensión, algo mayor que la de entregas anteriores, y sin embargo la sensación que deja la novela tras su lectura es un tanto agridulce, como si el personaje hubiera emprendido la inevitable cuesta abajo del tiempo y la falta de facultades, o como si el propio Mendoza hubiera completado esta nueva historia casi por compromiso editorial. La trama anda sobre una cuerda floja, y se vuelve muy lacia hacia la mitad del libro, algo a lo que contribuye el hecho de que nuestro héroe vuelva al caso varios años después, un detalle que no termina de encajar del todo con la personalidad a la que su autor nos tenía acostumbrados.
Aun así, se deja leer, por supuesto, hablamos de Eduardo Mendoza, y la sátira, los guiños y los sarcasmos brutales siguen estando presentes, al menos en la primera parte de la novela. Esperemos que esto sólo haya sido un pequeño borrón de descanso en las carreras tanto de Mendoza como de su detective sin nombre, porque ni el padre ni la criatura merecerían terminar así, tibios, extraviados y rozando de manera un tanto evidente lo descafeinado.
El secreto de la modelo extraviada. Eduardo Mendoza.Seix Barral. Barcelona 2015. 318 págs. 18’50 euros.(LA VERDAD, "ABABOL", 12/12/2015)