Voy a proponerles para esta Semana Santa, si tienen ocasión y no andan lejos, una visita a la Villa romana de La Olmeda. Y si no puede ser ahora, pues cualquier fin de semana, en cualquier momento, que merece la pena. La mirada a ese lugar es algo que embelesa, como le ha pasado a nuestro colaborador y amigo Fernando Martín Aduriz.
Desde que la otra semana me regalaron el libro de Abásolo, editado por la Diputación de Palencia, Los Mosaicos de La Olmeda, no desaparece de mi mesa, incluso después de haberlo leído y revisado, y después de ser atrapado por el Mosaico del Oecus. No pasa a la estantería, junto a los libros de la historia de Palencia, literarios o sobre todo de la Montaña Palentina. No viaja a la Biblioteca como correspondería.
Quizá pudiera ser que aguardaba para escribir esta columna, pero no me ha convencido como motivo auténtico. De modo que interpreto que hay dos razones.
El mosaico de ese cuadro de Aquiles sorprendido por Ulises tiene algo de culpa. Estaba oculto entre las hijas de un rey griego, el de la isla de Skyros. Más actualidad española, imposible, cuando al impostor patrio, casado con la hija de nuestro rey, un juez le ha sorprendido entre una infanta, y la enamorada ahora ha de acudir a hacer el español ‘paseillo’, el paseíllo del telediario, única pena a la que estamos dispuestos a conducir a muchos de los nuestros.
Pero un recorte de prensa, de Diario Palentino, de fecha 30 de enero de 1969, haciéndose eco de la aparición de un espléndido mosaico figurativo, creo que también es responsable de esta mi fijación con este hermoso libro. Diario Palentino es responsable de mucho de nuestra historia, la oficial, y la subjetiva. Su compañía, en nuestras vidas de palentinos y de palentinistas, aparece a cada paso. Que un libro sobre los mosaicos de La Olmeda incorpore un recorte de un amarillento periódico de finales de los sesenta, significa que precisa de una referencia del eco social de esa actividad. Significa que no sólo bastaba con una investigación arqueológica, como se ve ahora de gran trascendencia, y que no sólo representaba un hito, un genial descubrimiento. Era algo más. Ese algo más que representa La Olmeda pienso que aún está por desvelar.
Como Aquiles enmascarado entre hijas del rey, La Olmeda aún parece que está lejos de ser desvelada. Ello explicaría, en el fondo, -desde los primeros tiempos- de su publicidad, de su promoción constante, su difusión de actividades, y libros publicados. Abásolo habla de “acercamiento al modo de vida de un noble propietario”, de hecho el libro lo subtitula, Lujo y ostentación en una villa romana.
Se demanda entonces, para algo, la mirada de los otros. Dar a ver, hacer mirar, persuadir de contemplar, pasa a ser, pues, el secreto de La Olmeda. Un secreto muy mal guardado, un éxito de nuestras gentes.