Sería tan sencillo mofarse de los holigans que estos días han tomado Madrid jaleando a Ratzinger… cómo olvidarse de que son todos igual que nosotros. Cualquiera que haya asistido a un festival de verano, una celebración liguera o al día del orgullo gay… si no gustan del guateque de Benedicto que aguanten el chaparrón o salgan de vacaciones, como hago yo cuando llegan las fiestas de mi barrio. Y si no han participado de ningún ritual colectivo, ya lo siento por ellos porque se pierden una de las manifestaciones más elementales de su especie. ¿Ridículos? Claro, como cualquier hincha del Barça con la blaugrana en el careto o el público que chilla cuando irrumpe Beyoncé en el escenario….
Vaya por delante que, como buen alumno de colegio de curas, me di de baja del cristianismo antes de la mayoría de edad.Pero más allá del pequeño caos producido por la aglomeración de humanos, la juerga cristiana no me molesta lo más mínimo. Casi diría que me divierte. No advierto la diferencia entre ser devoto del Papa o de Shakira (aunque es un hecho que Shakira tiene mejor trasero que Benedicto).
Por ello, no entiendo los conatos anticlericales, a día de hoy. En un Estado, laico por definición, en que ya no arrastran a nadie a la iglesia de las orejas. O es revanchismo o amargura. Me recuerdan un poco la actitud de esas viejas de pueblo que murmuran porque la juventud baila agarrao en las fiestas patronales. Y tengo la sensación de que hay un sector de la sociedad al que le molesta que el personal disfrute y se divierta.Para justificar ese talante censor se agarran a argumentos peregrinos (creo que el más en boga es el del gasto de la visita, cuando es evidente que el evento va a generar más ingresos que el Festival de Benicassim). Pequeños dictadores de ateneo a los que les gustaría legislar hasta la hora de hacerse pajas.En realidad, son los sucesores de esa iglesia censora de costumbres que tanto detestan. Inquisición laica, vaya.
En fin, que el concepto universal de fiesta consiste en eso: poner la cosa patas arribas, tirar petardos, soplar la gaita, incordiar al vecino cascarrabias… Y, sobre todo, mostrarle al depositario del poder quién es el verdadero valedor del mismo.
Y al día a recoger las basuras y los restos de la bacanal. Ya lo cantaba Serat en su tema Fiesta que no en balde abre con un “Gloria a dios en las alturas…”.